Los cacereños disfrutamos del paseo de Cánovas a cualquier hora del día pero en verano hay unas horas en las que el gozo es mayor. A primera hora de la mañana. El reciente riego deja fresco el lugar ayudado por la sombra de sus árboles. Además te puedes permitir el lujo de elegir banco.

No es necesario que practiques el arte de Cúchares e intentes torear a los nenes que intentan atropellarte con sus vehículos ni te amenazarán con romperte las gafas con sus balones. A esas horas el personal está relajado, puedes tener una conversación amena y distendida pues aún no ha leído la prensa y no se ha enterado de que le han subido la hipoteca, no ha ido al banco y no sabe que le han cobrado una comisión de escándalo, no conoce las notas de su prole, no le ha echado un rapapolvo el jefe ni ha recibido una bronca de su cónyuge. Algunos parecen un brazo de mar. No te extrañe, era el día de la semana, o del trimestre quizás, en el que les tocaba hacer el amor.

Por la tarde es otra cosa. Si hay un banco vacío es que está a pleno sol. Algún nene intentará atropellarte y te verás obligado a discutir con su abuela. Y, sobre todo, el personal cree tener mil motivos para estar cabreado, así que las conversaciones son sustituidas por discusiones. Encima no ha hecho el amor pero está jorobado.