Por vez primera la Concejalía de Seguridad Ciudadana ha puesto en marcha un dispositivo policial para tratar de frenar la oleada de graffiti que azota el centro de la ciudad, pero que ya se ha extendido a las barriadas. Santos Parra, concejal del área, explicó a EL PERIODICO EXTREMADURA que ha dado órdenes a la policía local para que vigile de forma especial estas acciones. Las patrullas suelen realizarse de noche y, precisamente, hace unos días se atrapó a uno de los autores, un joven de 13 años al que la policía pilló in fraganti .

Parra insistió en que desde el ayuntamiento cacereño se "está trabajando para tratar de localizar" a las personas que realizan este tipo de actuaciones. Hizo incluso un "llamamiento a los ciudadanos que tengan pistas o que puedan darnos algún dato para atrapar a quienes se dedican a hacer daño a las fachadas".

El concejal consideró que hay muchos graffiteros que actúan pensando que no molestan a nadie, "pero causan muchos problemas". Recordó que su compañero de filas en la anterior corporación, Raimundo Holgado, trató de organizar reuniones con estos artistas con la intención de buscarles un espacio para que desarrollaran su creatividad. No fue posible, apenas se presentaron chavales a la convocatoria del edil y el problema, lejos de solucionarse, ha crecido.

NO HAY BANDAS Santos Parra descartó la posibilidad de que existieran en Cáceres bandas organizadas que se dedicaran a este tipo de actividad y consideró que "la mayor parte de las veces son casos aislados, a veces dos o tres amigos". Insistió en que la última gamberrada cometida contra la ermita de los Santos Mártires, en el Paseo Alto, ha sido el detonante para agilizar la puesta en marcha del dispositivo. De hecho, no es la primera vez que este edificio singular sufre la acción vandálica.

La Oficina del Area de Rehabilitación Integral del Ayuntamiento de Cáceres maneja estudios que cifran en más de 160 las fachadas afectadas por el azote del graffiti . Los destrozos ocasionados, sólo en esa zona, superan los 72.000 euros (12 millones de pesetas). El ratio analizado va desde San Antón hasta la vieja sede del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura.

En este ataque brutal al patrimonio prácticamente no queda nada a salvo: el Gran Teatro, la plaza Mayor, edificios de corte palaciego... Al graffitero le da igual la fachada, le importa más la manía obsesiva por estampar su firma sobre la piedra.

El problema radica, sin embargo, en que resulta muy difícil eliminar estas manchas puesto que se utilizan productos que sólo desaparecen con una fibra de vidrio que se proyecta con una pistola y que resulta muy costoso.

Aunque los expertos relacionan el graffiti con un trastorno de la personalidad, una expresión de pura maldad o una reivindicación social, lo cierto es que sus repercusiones afectan no sólo al patrimonio, también al sector comercial, muy castigado en sus escaparates.