Cumplir un sueño nunca fue fácil, siempre comporta dudas y horas de insomnio pero también, y sobre todo, mucha valentía. Esta es la historia de Marta Pajuelo, una joven que dejó atrás ocho años de carrera profesional para iniciar una aventura empresarial.

Cumplir la ilusión de su padre, Marcelino, y el empuje de Paco, su marido, fueron claves a la hora de tomar la decisión. Adora a los niños, tiene buena mano con ellos y sus familias, y el tren pasó por su puerta. Clienta habitual de El Diván del Ratoncito Pérez, dio el salto al otro lado del mostrador y se hizo cargo de la boutique infantil del número 35 de la Avenida Virgen de Guadalupe. Marta abrió la tienda totalmente renovada, que refleja su carácter apacible y dulce, como dulce son sus ojos de verde mirada.

El Diván del Ratoncito Pérez «ha unido mis dos pasiones: los niños y la moda», declara. Marta ahora pone guapos a los pequeños, desde que nacen hasta que hacen la primera comunión. «Todas nuestras marcas de ropa y complementos son españolas, salvo en puericultura, que trabajamos con casas internacionales». Le gusta el trato con los clientes y con los niños. De hecho, el fondo de la tienda está preparado para que los pequeños pasen un buen rato jugando mientras sus progenitores deciden qué comprar.

«Me gusta mucho el trato con los papis, la relación personal y el intercambio de ideas; siempre estoy atenta para poder satisfacer sus necesidades y dar respuesta inmediata a sus deseos». En estos cuatro meses, la emprendedora ya puede decir que quien visita su boutique, repite.

El Diván del Ratoncito Pérez dispone de página en Facebook y cuenta en Instagram, pero Marta prefiere el trato personal. «Animo a todos a comprar en el comercio local, a salir a la calle, a cultivar las relaciones personales en lugar de comprar a través de Internet, donde no puedes palpar lo que adquieres».

Las estrellas del Diván del Ratoncito Pérez son los trajes de arras, las canastillas, los cubrepañales y coronitas y ahora también los vestidos de primera comunión.