Dice el refrán: "Domingo de Ramos: El que no estrena no tiene manos". En nuestra infancia y adolescencia, puesto que las necesidades eran muchas y las posibilidades económicas escasas, estrenábamos unos calcetines o un bolígrafo. A veces se aprovechaba para empresas mayores y un año estrené mis primeros pantalones bombachos, lo que suponía dar un enorme salto de calidad en la consideración pública. Ya eras un adolescente.

Quizás otro Domingo de Ramos estrenara el Maestre de Alcántara Gómez de Solís la Torre de los Púlpitos desde la que contemplaría los torneos y festejos que se organizaban en la plaza, mientras la plebe se apretujaba a lo largo del irregular rectángulo. Salvando las distancias temporales, el pasado domingo pudimos ver la egregia figura de Jesús Medina asomada a dicha torre disfrutando del desfile procesional de la familiar Burrina.

Con qué satisfacción escucharía los sones que atacaba la banda de Bolaños y qué éxtasis se apoderaría de su alma al contemplar el desfile de penachos. Abajo los espectadores de a pie intentábamos sacar la cabeza por entre la multitud y los nenes aupados en los hombros paternos y solamente conseguíamos ver el porte de Lillo, Elviro y Calle presidiendo la procesión tras muchos años en segunda fila.

Mi amigo Tomás no había estrenado nada y no encontraba sosiego, pues bien sabido es que un CATOVI debe conservar las tradiciones. Viendo que se acababa el día sin ningún estreno que llevarse al cuerpo, acabado el tercer desfile procesional del día, entró en una farmacia y compró una caja de preservativos para estrenarla por la noche. Seguramente le durará todo el año. Yo estrené una camisa que me trajo mi hijo de USA aprovechando lo barato que está el dólar.