Don Ramón es don Ramón Núñez, párroco de Santa María de Trujillo. Me llega la noticia de su muerte y no puedo evitar traerle a la memoria. Para todos los trujillanos, y para quienes le hemos conocido, era notorio que no se trataba de una persona cualquiera. Era un santo. Es decir, una persona afable, trabajadora, acogedora, sencilla, desprendida, entregada a su tarea, sin más ambiciones que las de servir a la gente y siempre dispuesto a compartir sus haberes o incluso renunciar a ellos en beneficio de quien lo necesitara más que él. Además del paisanaje y un lejano parentesco, me han ligado a él muchas otras cosas. Sobre todo su ejemplo de hombre de bien. No es de extrañar que se le atribuyeran milagros. Algunos jocosos fruto de la imaginación popular pero síntoma del cariño con el que el pueblo le obsequió siempre. Un día, acabada la misa, cambió la casulla por su sotana y salió a la calle. Se encontró con un pobre. Como nunca llevaba dinero, pues vivía con muy poco, creyó que no podría socorrer al necesitado. Pero he aquí que al meter su mano en el bolsillo de la sotana encontró unos billetes que no tardó en entregar al hombre. Al poco le alcanzó su coadjutor y le dijo. "Don Ramón. Que ha cogido mi sotana".