Leo cada domingo con atención golosa los paseos por la eternidad que Francisco Acedo publica en EL PERIODICO EXTREMADURA. Este exconcejal socialista, escritor, autor teatral, investigador y buen cocinero es uno de esos personajes interesantes que uno se encuentra de vez en cuando en la política: entran con ansias e ilusiones, pero se ven abocados a escoger entre lo privado, en su más amplia dimensión intelectual y vital, y lo público y optan por seguir creciendo por dentro.

Francisco Acedo describe cada domingo palacios, calles, arcos y adarves de la parte antigua cacereña y por sus artículos van pasando personajes y anécdotas que me entretienen y me ilustran. El pasado domingo, por ejemplo, descubrí que el peluquero Juanito Barra había afeitado a diario a Francisco Franco mientras el Caudillo vivió en el palacio de los Golfines de Arriba.

Informa León Leal

De Juanito Barra sabía algunas anécdotas que me había narrado mi padre. Por ejemplo, su destreza para ser el primero en todas las colas de pésame y su elegancia dando la cabezada a los deudos del difunto. Hace 49 años, contaba León Leal en el EXTREMADURA que Juanito Barra tenía una memoria prodigiosa y sabía, desde 1925 en adelante, las fechas de los cumpleaños, santos, bodas o defunciones de todos los cacereños con algún relieve social.

Juan Barra heredó el oficio de su padre, Benito Barra, que comenzó a pelar como aprendiz en la barbería del maestro Román, que quedaba justo donde hoy abre sus puertas la pastelería Isa, en la parte baja de la plaza Mayor. Cuando cerró Román, los Barra se trasladaron a Pintores y en el local abrieron varias tiendas sin mucho éxito hasta que hacia 1952 llegaron desde la calle San Felipe Vidal Arias y Catalina Rebollo con su negocio dulcero. Y allí sigue su hija.

En los artículos de Acedo aparecen personajes medievales y renacentistas de nombres novelescos. De todos ellos, el que más me gusta es el de doña Mafalda de la Cerda. ¡Qué prestancia de apelativo! En el resto de Extremadura, la ciudad feliz siempre ha tenido fama de ser rica en apellidos rimbombantes. Y no andan descaminados quienes así lo piensan. No hay más que repasar la guía telefónica cacereña para encontrar a ilustres vecinos de la capital que pueden competir en sonoridad patronímica con doña Mafalda de la Cerda.

Fíjense, si no, en la imponencia de cacereños como los Longobardo Quintáns, los Pinto de la Flor, los Leite de Dios, los Marialiano Cozzolino, los Generelo Bergantino, los Matamoros Perogil o, el apellido más largo de la guía, los Jordán de Urries y Martínez de Galinsoga, vecinos todos ellos de la ciudad feliz cuyos antepasados, sin duda, recibieron en alguna ocasión la famosa cabezada de Juanito Barra.