Continuamos nuestro camino por la Calle de Pereros y, al llegar a la mole de la Casa de los Caballos, con su hermosa portada de medio punto y sus robustos contrafuertes, arranque del Rincón de la Monja, nos desviamos a nuestra derecha. Olvidémonos de la arquitectura culta que hemos estado contemplando hasta ahora. Nos adentramos en uno de los dos barrios de construcciones populares intramuros, la Quebrada o San Antonio, en la colación de San Mateo; el otro, la Portería de Jesús, en la de Santa María, lo visitaremos dentro de tres domingos. No son las únicas muestras de arquitectura popular en la Villa Alta, puesto que también hay muestras en la Cuesta de Aldana, o en los lienzos septentrional y meridional de las murallas que, como bien ya sabemos, se derribaron en 1751 y permitieron la construcción de viviendas en esas dos zonas.

Esta, sin embargo, fue habitada por la construcción popular desde tiempos inmemoriales. Es bastante factible, aunque la ausencia documental impida probarlo, que existiera una comunidad judía sefardí en el Qazris musulmán, como posiblemente también existió otra cristiana mozárabe. Tras la reconquista leonesa es probable que los judíos vivieran fuera de las murallas, así como los moriscos, que se asentaron en la tradicionalmente denominada Calle Moros y llamada, desde 1893, General Margallo. El Fuero favorecía el asentamiento en Cáceres sin hacer distinciones, cosa lógica, por otra parte, para poblar el inmenso alfoz que poseía la Villa. Así, tal vez, más judíos vinieron a establecerse junto a los que ya existían en Cáceres.

A partir de 1303 Fernando IV concede a la Villa la Ronda de Can§res por Juro de heredat para fazer della todo lo que quisieren , aunque quizá la tuviera desde tiempos de Sancho IV. Puede ser que, a partir de entonces, cuando comienza la expansión extramuros, la población pechera salga de intramuros y la judía entre y establezca aquí la judería, donde les permitieran los nobles cristianos, puesto que la Quebrada es una de las zonas con mayor desnivel y dificultades a la hora de construir. Los judíos formaban una especie de clase media ilustrada y sus propios oficios, comerciantes, prestamistas, abogados, médicos, necesitaban estar cerca de aquellos que pudieran necesitarlos.

La judería vieja

Así, pues, surge la judería vieja, entre la Plaza de Pereros, Rincón de la Monja, Cuesta del Marqués hasta el Adarve del Cristo, la cual se cerraba por las noches. Está muy intervenida y reestructurada, pero aún conservan sus calles un encanto especial. Frente a la arquitectura señorial, tendente a los grandes volúmenes y a la verticalidad de las torres, aquí la arquitectura es popular de casas bajas, encaladas, macetas y flores que aroman el aire y alegran la vista. Se calcula que en 1492 vivían unos dos mil judíos en Cáceres. Para esa época la judería vieja ya estaba casi abandonada por ellos, desplazados hacia los portales bajos y la judería nueva, centro económico de la Villa en ese momento.

Quedan restos de arquitectura culta de la época en que algunas familias de la segunda nobleza (escuderos que se los llamaba para distinguirlos de los caballeros), como una casa de la Plaza de San Antonio que presenta elementos góticos en su fachada (quizá sean restos, por su proximidad a la ermita, de la casa que levantó Alonso Golfín), u otras que veremos la próxima semana, pero yo siento predilección por el Callejón del Moral, con sus restos de viejas construcciones intactos hacia el Arco del Cristo, o sus callejones de fondo de saco. Es difícil expresar lo que se siente al acariciar algunas piedras.

En la actual Plazuela de San Antonio, se levanta la ermita que da nombre al barrio. En 1470 Alonso Golfín levanta aquí unas casas, según la tradición, sobre la antigua sinagoga y cede parte del solar para levantar la capilla. Esto puede ser un dato más que corrobore que al día de la expulsión se había desplazado por completo la aljama judía. La ermita es muy simple, pero de gran encanto, reformada en 1661 y restaurada en 1975, con su pórtico de tres arcos encalados contrastando con la fachada de mampostería. Su interior, de una sola nave, alberga un retablo estofado neoclásico, la imagen del santo, de vestir, y una serie de imaginería popular de escayola de Olot. La cúpula merece la pena un poco de detenimiento.

Gran devoción tuvo siempre San Antonio en Cáceres, de hecho competían las novenas de este San Antonio del Barrio (a las que acudían las clases populares) con las de San Antonio de la Enfermería de la Calle Olmos (frecuentadas por el Cáceres bien). Este Cáceres nuestro del juntos, pero no revueltos... Villa vieja de casas de nobles y pecheros, de judíos y moros que vivieron en armonía, testimonios igualmente válidos para la historia. Mi San Antonio bendito, devoción popular y hermosa al que las niñas pedían novio, yo sé ya de alguien que sólo te pondrá velas en acción de gracias.