La Audiencia Provincial juzgó ayer a tres acusados de tráfico de estupefacientes. Dos de ellos, un matrimonio, vendían supuestamente cocaína y heroína en su casa del barrio de San Lázaro de Plasencia. El tercero, un vecino de la plaza 8 de septiembre de Cáceres, adquiría presuntamente droga a esta pareja para distribuirla después al menudeo en su domicilio cacereño. Los tres fueron detenidos en julio del 2007 por la Brigada de Estupefacientes de la Policía Nacional.

Durante el juicio, que quedó visto para sentencia, los dos hombres justificaron sus trapicheos por su elevada adicción. R. V. V., el acusado de Plasencia y chatarrero de profesión en ese momento, reconoció que traficaba para costear su autoconsumo y exculpó a su mujer del negocio , quien se declaró inocente.

En su domicilio se encontraron 40 gramos de heroína y 49 de cocaína, valorada en unos 6.000 euros. "Tenía la droga para mi y para mis amigos y vendía para sacar dinero para el vicio mío", explicó. A las preguntas de la fiscal de la procedencia del dinero para comprar la droga, dijo que cobraba el paro, había vendido un coche y de la venta ambulante a la que se dedicaba esporádicamente su mujer.

La fiscal pidió para el matrimonio 6 años de prisión para cada uno. Sostuvo que ambos vendían la sustancia indistintamente en base al testimonio de los policía, quienes afirmaron que en un seguimiento al vendedor de Cáceres cuando acudió a Plasencia a comprar mercancía fue la mujer quien entró en la casa con él mientras el marido aguardaba sentado en la puerta.

DEFENSA La abogada de la defensa, por el contrario, argumentó que la participación de la mujer no estaba acreditada y que en el caso del marido, debía contemplarse la atenuante "muy cualificada" de drogadicción, por lo que solicitó la pena mínima. Tesis con la que no estuvo de acuerdo la fiscal, ya que su adicción "no le anuló sus facultades" para empujarle al tráfico.

La fiscal sí estimó que debía considerarse dicha atenuante en el caso del tercer acusado, F. F. P., para el que rebajó su petición de pena de seis años a tres años y seis meses por su toxicomanía. F. F. P., conocido por el apodo del taxista , negó que se dedicara a la venta --su abogado solicitó su absolución por falta de pruebas--, aunque reconoció que sí compraba para él y otros amigos. En los dos domicilios de los acusados se hallaron también balanzas de precisión, cuya posesión justificaron en que las usaban para controlar sus propias dosis.