"Fue un asalto por sorpresa de alguien que les conocía". Esa es una de las conclusiones a las que llegaron los investigadores del caso del crimen de Montesol, entre ellos agentes de la brigada de delitos violentos, tras las primeras inspecciones oculares del escenario del crimen y la situación de los cadáveres. Las víctimas apenas pudieron defenderse.

Juan Antonio Torrecilla vestía un pantalón de pana verde, una camisa de mangas cortas a cuadros blancos y grises, una camiseta blanca y zapatos de color marrón. Encontró la muerte sentado en un sofá de dos plazas y así, sentado, se halló su cadáver, con la cabeza inclinada hacia la derecha y el rostro ensangrentado.

Muy cerca se halló a su mujer, Mercedes García, que estaba boca arriba tendida en el suelo junto al sofá de tres plaza en el que seguro que descansaba cuando fue brutalmente apaleada hasta la muerte por su asaltante. Vestía un jersey de color blanco, pantalones de pana y zapatillas de piel de color marrón, lo mismo que había lucido tan solo unas horas antes el bar La Tarama.

Golpes y puñaladas

Según la diligencia del levantamiento de los cadáveres y la primera inspección ocular de los cuerpos, el de él presentaba cinco heridas inciso-punzantes en el cuello, solo una de ellas penetrante, además de siete heridas contusas en la cabeza y la cara, con rotura de la nariz, contusiones en varios miembros y otros cortes en el antebrazo izquierdo. El cuerpo de la mujer presentaba un cuadro similar, con heridas inciso-punzantes en el cuello y el abdomen y lesiones contusas en la cabeza, con fractura de nariz.

Ambos murieron por "un traumatismo craneoencefálico intenso", ella además por "hemorragia aguda", que les causó una parada cardiorespiratoria. Según el Instituto de Toxicología y Ciencias Forenses al que se enviaron las muestras de tejidos recogidas en los cuerpos y que permiten datar, entre otros detalles, la hora de la muerte, primero mataron al hombre y luego a la mujer.

Las agresiones fueron producidas por un objeto punzante, las puñaladas, y un objeto romo o sin filo las contusiones y otras fracturas. Este último objeto pudo ser un bate de béisbol que tenía la propia víctima y que había comprado su hijo mayor en Plasencia. Según algunas declaraciones, este bate se encontraba habitualmente en la entrada del domicilio. La policía no pudo encontrarlo en el curso de la investigación, pero ésta sigue abierta.