No llevan oropeles, ni terciopelos, ni cortejo de sirvientes... hoy son especialmente discretos, pasean por Cánovas, compran en Eroski, comen en Atrio o se apañan en un burger. Unos aún viven de los rendimientos de sus fincas, otros ejercen de funcionarios, pintores y escritores. Unos han aumentado sus propiedades y tienen fortunas de hasta 30 millones de euros, otros las han perdido. Unos viven en los palacios de la parte antigua y reciben visitas de reyes, otros están en sus campos y algunos en cómodos pisos del centro. Cáceres es solar inmemorial de la nobleza de Castilla, uno de los lugares con mayor concentración de títulos de toda la época moderna, aunque esta distinción ha caído actualmente en el olvido. Hasta la duquesa de Alba, las Koplowitz o el actual Marqués de Griñón hunden sus raíces en el casco histórico.

Según el historiador Francisco Acedo, si Castilla tenía un promedio de cuatro nobles por cada cien lugareños, en la ciudad había veinte, es decir, un cacereño de cada cinco estaba revestido de nobleza. ¿Y hoy qué queda? Desde grandes de España hasta duques, condes y marqueses. Pese a que familias enteras se marcharon a ciudades más pujantes, todavía permanecen importantes títulos que recaen en apellidos tan arraigados como Mayoralgo, Jordán, Ulloa, Muñoz de San Pedro... Una larga lista desde el primer cacereño que recibió una distinción (el Conde de Coria en el siglo XV), hasta consolidar una auténtica ciudad noble donde este estamento se dividía en caballeros y escuderos.

OFICIOS Y COSTUMBRES Hoy son empresarios, profesionales liberales (sobre todo abogados), terratenientes (su vinculación a la tierra se mantiene fuerte y suman ingresos por los rendimientos agrícolas y ganaderos), escritores como José Miguel Carrillo de Albornoz, investigadores como José Miguel de Mayoralgo, artistas como Abigaíl Narváez... Pese a estas disparidades, afirma Acedo, en su mayoría aman el arte, tienen inquietud por el patrimonio y algunos conservan excepcionales colecciones históricas como los marqueses de Castro Serna, o valiosos archivos familiares como los Canilleros o Camarena.

Aunque llevan una vida social discreta y lo hacen de puertas adentro (cenas en casa, monterías con amigos...), muchos mantienen sus grandes relaciones de antaño que se extienden hasta la corona española y otras monarquías como la belga, ya que un hermano de la reina Fabiola está casado con una miembro de los Oquendo. De hecho, los príncipes belgas siguieron la última Semana Santa desde un balcón de la calle Ancha.

La casa real de Mónaco también visita Cáceres por su amistad con los Bustamante (nobles sin título) y su gran afición cinegética, a la que dan rienda suelta en la finca Las Golondrinas cada año. Todo ello además de los vínculos de los nobles cacereños con otros títulos (siguen incluso casándose entre ellos), políticos y empresarios de primera fila. De hecho, un rasgo fundamental del noble cacereño ha sido la endogamia: matrimonios entre la misma familia para no perder las propiedades.

´GRANDES´ EN CACERES El repaso a todos los nobles que viven actualmente en la capital cacereña comienza por las dos familias que mantienen hoy día la mayor distinción posible en este país: grandes de España. La primera es una mujer, Tatiana Pérez de Guzman el Bueno, propietaria del impresionante palacio de los Golfines de Abajo, pero también condesa de Torrearias entre otra sucesión de títulos nobiliarios. El segundo es Juan