Don Máximo Solano tenía una librería en los soportales de la plaza Mayor, la actual librería Hormigo, que lleva Eustaquio. El establecimiento, a un paso de La Machacona y situado enfrente de la antigua Frigorífica Salmantina, vendía El Coyote , novela rosa, de teatro, cine, tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín ... Además de la librería, don Máximo también montó una zapatería y se convirtió en un reconocido empresario de la capital.

Don Máximo se casó con Leandra Pedrero, una mujer maravillosa, ama de casa, que era pariente de Mirón padre, el de la tienda de San Juan. El matrimonio vivió primero en una casa de la calle de la Soledad, muy cerca de la ermita del mismo nombre, y después se trasladó a la plazuela de la Concepción, a un edificio con una gran cancela de hierro en cuyo segundo piso o Principal vivía la condesa doña Dolores de Mayoralgo, en el tercer piso estaba el Paideuterion, entonces conocido como Academia Paideuterion, y en el bajo vivían los Solano, que años después dejarían la finca para trasladarse a unas casas que se construyeron en la avenida Virgen de la Montaña.

Casi todos los hijos de Máximo y Leandra nacieron en diciembre porque en Carnavales sus besos siempre se buscaban. Tuvieron ocho hijos, dos murieron de pequeños y los demás fueron Agustina, María Antonia, Juan, Máximo, Fernando, y Carlos, que se casó con Marina Panadero, que era hermana de José Luis y Serafín, los de la tienda de televisores de Cánovas.

Carlos era muy aficionado a la fotografía y trabajaba en Casa Mirón, que además de la tienda tenía taller de carpintería de muebles en Las Piñuelas, donde está el Museo Municipal.

De todos los hijos de los Solano solamente viven Máximo, que reside en Madrid, y Fernando, médico ya jubilado y que hoy, con 76 años, tiene su casa en Yelbes, muy cerca de Don Benito, lejos del ruido y feliz junto a su familia.

Un día, don Máximo contactó con el Maestro Pola, un músico muy conocido de la ciudad, para que le diera clases de piano a una de sus hijas. Cuando una tarde Pola llegó a casa de los Solano y vio al pequeño Juan, al que apenas le llegaban los pies a los pedales del piano, exclamó: "¡Don Máximo, el músico de esta familia será Juan Solano!".

Con Miguel de Molina

Y así fue, el maestro Solano se convertiría años después en uno de los compositores de copla más importantes de todos los tiempos, autor de bandas sonoras de películas como ¡Bienvenido Mister Marshall! , El último cuplé o Carmen la de Ronda y creador de canciones como Tengo miedo , El Porompompero o Un clavel : auténtico canto a la libertad gracias a estrofas como ésta: "Me importa tres pitos que diga la gente, que voy y que vengo por el arenal, y tengo gastadas las losas del puente, de tanto cruzarlo por la madrugá..."

En 1940 el célebre Miguel de Molina pasó un mes confinado en Cáceres. El artista que bordó coplas como La bien pagá y Ojos verdes , fue perseguido por los nacionales y atrozmente apaleado "por rojo y por marica", argumentos indudablemente mezquinos. Así que al terminar la guerra, y por orden policial, le invitaron a que abandonara Madrid. El cantante escogió Cáceres y aquí se alojó en el hotel Alvarez (actual Alfonso IX).

Aunque Miguel de Molina se prodigó muy poco, durante su estancia en la ciudad sí entró en contacto con el maestro Solano. Fue precisamente él quien le recomendó a Solano que enviase sus canciones a Concha Piquer aprovechando que la artista presentaba en Argentina su espectáculo Canciones y bailes de España . Cuentan que al recibir las partituras, la Piquer quedó tan impresionada que dijo a Quintero, León y Quiroga: "La música que quiero para mi espectáculo es la de Ochaíta , León y Solano ".

Solano no tardó en darse cuenta de que su creatividad y su talento extraordinarios necesitaban salir de aquel Cáceres de cartillas de racionamiento, de represión de la masonería, de persecución... Un Cáceres de 35.000 habitantes, con un Cánovas aún sin asfaltar y sin posibilidad de expansión y de éxito para un artista genial. Juan Solano, devoto de su ciudad y de la Virgen de la Montaña, se marchó a Sevilla, estudió en el Conservatorio y de ahí partiría a Madrid, donde muy pronto llegaría su éxito.

Entretanto, en 1946 don Máximo fallece. La librería se traspasa a don Pedro y luego la adquiere Hormigo. La zapatería se la queda Cabrera, un facultativo de minas del oeste que se encargaba, junto al señor Muñiz, de hacer los planos de labores antes de que los mineros entraran a trabajar a las minas de Aldea Moret. A la trastienda y la caja de la zapatería llegó como empleada Chelo Sánchez, la de la librería de Moret. Era tan ágil que a los 30 días Cabrera la aseguró.

Para los Solano eran tiempos difíciles. Entonces, Leandra tomó un tren a Madrid y corrió al lado de su hijo: el generoso maestro que ayudó cuanto pudo a su familia. Acudían a casa de la Piquer y a los estrenos de Sara Montiel, que siempre le encargaba sus espectáculos. Sara arrasó gracias a la película El último cuplé , con música adaptada por Solano para que el cuplé sonara a sinfonía en el bajo tono de la Montiel.

La deslumbrante Sara triunfó enseñando el Estrecho de Tetuán, pero también poniendo voz a las melodías del maestro Solano, puntal extraordinario de la música española que hizo grandes a Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Lola Flores, Estrellita Castro, Lolita Sevilla o Macarena del Río.

Solano falleció en 1992 aunque antes, siendo alcalde de Cáceres Juan Iglesias Marcelo, la ciudad le nombró Hijo Predilecto. Desde entonces una placa recuerda su memoria en la casa de la calle de la Soledad, donde nació.

Durante estos días, la Primera Semana de la Copla, patrocinada por el ayuntamiento y organizada por la tonadillera Pilar Boyero, ha homenajeado a Juan Solano, ese mago del piano que convertía en arte toda partitura y al que hoy, muchos años después, Cáceres sigue rindiendo su merecido tributo.