El colegio público Gabriel y Galán es grande y tiene unas buenas instalaciones. En tiempos tuvo más de 700 alumnos. Hoy tiene matriculados a 191 niños. De ellos, como explica Rosario Rivera, jefa de estudios y responsable del absentismo en el equipo directivo, "21 niños han faltado más del 35% de los días en octubre, que es lo que llevamos computado este curso; 19 se matricularon pero no se han incorporado; y 11 son hijos de temporeros, pero estos están justificados".

Para la jefa de estudios, el diagnóstico es claro: "el problema del absentismo no es de los niños. Es de los padres. No le dan a la educación la importancia que le tienen que dar. Si el niño viene al colegio y llora, se lo llevan para no verle llorar. O por comodidad de los padres, que no se levantan a su hora para traer al niño. A los mayores también se los llevan a trabajar con ellos".

El personal del centro no desfallece para intentar atajar el problema, pero la realidad es tozuda. "Cuando el niño tiene tres faltas sin justificar se llama a los padres, pero muchas veces ni vienen porque los datos de teléfono o domicilio que dan no son fidedignos. A lo único que reaccionan, y sólo momentáneamente, es si se les dice que se les puede quitar la custodia de los niños si no vienen al colegio".

De todas formas, el mensaje es moderadamente optimista. "Faltan menos niños de los que faltaban --dice Rivera--. La media final anual del año pasado fue del 21,17%. Este curso sólo llevamos computado octubre, pero tengo la sensación de que faltan menos". En lo que va de curso, y aunque sea por poco, los datos avalan esa impresión porque el porcentaje es del 20,9%.