Una de las anécdotas que cuenta el personal del Registro Civil de Cáceres sobre la elección de los nombres es la de un cacereño que, durante la primera guerra del Golfo de Estados Unidos contra Irak, quiso poner a su hijo de segundo nombre Scud, en honor supuestamente a los misiles que se hicieron famosos en esa contienda. Lograron convencerle de que no era lo más apropiado.

La elección de los nombres está hoy tan sujeta a modas y gustos peligrosos como en su día lo estuvo del santoral. Teniendo en cuenta que no se puede estar sin nombre y de que éste será una carta de presentación para toda la vida de la persona, los psicólogos recomiendan "no elegir a lo tonto, sin ningún motivo", declara Guadalupe Andrada.

Esta psicóloga cacereña asegura que es conveniente "tener una razón" para poner un nombre, sobre todo si es poco común. "Cuando el nombre es raro, los padres deben enseñarle al niño a valorarlo como una seña de identidad y, para ello, es necesario tener una razón que le dará al niño seguridad", explica.

Nombres incómodos

Aunque esta profesional está convencida de que los nombres no afectan al desarrollo de la personalidad, a pesar de que existen corrientes de opinión que sí lo creen así, advierte del peligro de dejarse llevar por las modas. "Cuando una persona está incómoda con su nombre o pretende cambiarlo --argumenta--, es porque tiene un problema de inseguridad, no está a gusto consigo mismo. El problema es de desarrollo personal, no del nombre".

En principio, el nombre de pila es para toda la vida, aunque no siempre. El Registro Civil de Cáceres abrió el año pasado una veintena de expedientes de cambio de nombre, en algunos casos se llegan a aportar incluso certificados médicos por problemas psicológicos para justificar el cambio. Dos de este tipo se dieron el año pasado: Borja Rosendo que quiere llamarse sólo Borja y Eleuterio, que se lo quiere cambiar por Javier.

"Los casos más frecuentes son los de personas que, por diversas causas, se las conoce por un nombre distinto al que figura en la partida de nacimiento", explica María Antonia Márquez, gestora procesal del registro. La decisión del cambio la adopta un juez.

Para no llegar a estos extremos y evitar bromas por ser portador de un nombre estrafalario, lo mejor es pensarlo bien. El psicólogo José Fajardo resalta en este sentido la importancia de elegir nombres positivos y de triunfadores más que de perdedores. "Está claro que a nadie se le ocurre ponerle a un hijo Judas", anota como ejemplo.

La concordancia con los apellidos o su significado --antiguamente se les atribuía un poder mágico-- son otros aspectos que suelen tenerse en cuenta a la hora de tomar la decisión final, aunque en muchos casos es el puro gusto o azar.

El decoro es casi la única restricción que se impone. Así, los registros civiles tienen una lista de nombres admitidos y prohibidos que se van renovando según las costumbres, como hace la Real Academia de la Lengua con las palabras. No se admiten nombres como Marica y ya se aceptan algunas denominaciones familiares como Pepe.

Después están los usos y costumbres, que van mutando y haciendo que algunos nombres desaparezcan. Es el caso, por ejemplo, de Canuto o Primitiva. Ambos nombres figuran en el registro cacereño de nacimientos de 1871. Sin embargo, hoy casi ningún padre osaría elegirlos para sus hijos ante la más que justificada sospecha de que sería diana fácil para la carcajada o de desafortunadas referencias a la lotería.