Devoción incontestable y cariño infinito. La patrona de los cacereños volvió ayer a su santuario arropada por más de 5.000 ciudadanos que disfrutaron de una jornada plena de luz, marcada por la emoción vivida en Fuente Concejo poco minutos de las once de la mañana cuando el alcalde recibió el bastón de mando de la ciudad que la Virgen de la Montaña ha portado durante los nueve días que ha permanecido en la concatedral.

Fue el momento culminante de una mañana distinta a la de anteriores traslados de la imagen. Las obras en la zona de Mira al Río habían obligado a la cofradía a cambiar el itinerario de la procesión, que partió de Santa María a las nueve de la mañana y concluyó poco después de las doce en la explanada del santuario. Antes la comitiva había cubierto en tres horas un recorrido inédito de la plaza Mayor a Pintores, San Juan y la bajada por Gran Vía para dirigirse de nuevo por la plaza hacia Santiago, previo paso por las cuatro esquinas.

Pero donde la imagen ganó más belleza fue en la calle Caleros, engalanada este año por partida doble para la bajada y la subida de la Virgen. Arcos de flores, mantos y un sinfín de miradas hacia la patrona que ayer lució el bellísimo manto de terciopelo azul donado por los hermanos de carga de la cofradía. La imagen, adornada con claveles, lirios y rosas amarillas y blancas, portaba la corona circular de plata dorada que fue elaborada con las joyas que sobraron de la que los cacereños le regalaron a la patrona con motivo de su coronación canónica. Los hermanos, como es tradición, llevaban sus túnicas azul cielo, con capelina y guantes blancos, al igual que el cinturón y la medalla de la cofradía cerca del corazón.

Pasión y temperatura ambiental se fundieron en el instante en el que la Virgen descendía las últimas escaleras de Caleros a Fuente Concejo. Vivas a favor de la patrona y saetas de cariño como la que ofreció Heliodoro Vaca, un vecino de Llopis con raíces familiares en Caleros. Los aplausos al ser recibida en Fuen-

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