Atardeceres cacereños de los años 60 en la calle Antonio Hurtado y una caravana de ciclistas avanzando cansinamente por la avenida. Eran albañiles de recogida. Regresaban de lo que las gentes empezaban a conocer popularmente como El Carneril: la primera barriada del Cáceres moderno. La ciudad feliz , ensanchada hasta entonces tímidamente un poco más allá de la Cruz de los Caídos, conocía un desarrollismo espectacular y en diez años veía levantarse 1.500 viviendas en lo que fueron los baldíos del Espíritu Santo.

En los años 60 ya se podía hablar de Cáceres como una ciudad de estructura moderna con sus barrios periféricos de Pinilla, Aldea Moret y Llopis Ivorra. Pero entonces, vivir en un barrio no era considerado de buen tono. Ser de Las Minas, El Carneril o Pinilla era un estigma en la Cáceres biempensante del último tercio del siglo XX.

Sin embargo, la población crecía, se hacían necesarias nuevas viviendas, la ciudad empezó a desparramarse por la periferia y en 20 años, se invirtieron las tornas. Si en 1970 la palabra barrio connotaba marginalidad, vulgaridad, bajo estatus social y mala calidad de vida; en los 90, el mismo concepto se llenaba de sugerencias positivas: aire libre, espacio, libertad, tranquilidad, categoría y gran calidad de vida.

Eso sí, primero hubo que realizar una hábil pirueta semántica: desapareció el vocablo barrio, fue sustituido por el término urbanización y la ciudad feliz sufrió la gran revolución urbanística. Explotaba la construcción, bajaban las hipotecas, llegaban los estudiantes, se ponía de moda vivir en Cáceres o, cuando menos, invertir en un piso, los brokers locales descubrían que traía más cuenta especular con adosados que con telefónicas y Cáceres pasó de tener tres barrios a contar con 18... urbanizaciones.

PAREJAS DE ALQUILER

Si en 1972, 12.000 ciudadanos vivían en barrios y 50.000 en el centro. En el 2002, el cambio ha sido tan radical que hay 60.000 cacereños periféricos frente a los 30.000 habitantes del cogollo urbano, que se ha especializado en albergar a jubilados, estudiantes, parejas de alquiler mientras les acaban el adosado y profesionales con despacho.

Hay un Cáceres Sur donde unos 25.000 ciudadanos hacen su vida en los barrios de Llopis Iborra, Nuevo Cáceres, Moctezuma, Fratres, Aldea Moret, Ceres Golf, La Cañada, el futuro Rodeo, etcétera. En el Cáceres Noroeste, 15.000 habitantes ocupan los barrios (urbanizaciones, por favor) con más caché de la ciudad feliz : Castellanos, Vivero, Cabezarrubia, Monte del Casar, Sierrilla, R66, nuevo Perú... Finalmente, 20.000 cacereños, y serán más, se extienden y extenderán por el Cáceres Noreste de La Mejostilla, Pinilla, Universidad, etcétera.

En los últimos tiempos, la semántica urbanística ha aportado al glosario inmobiliario un concepto aún más refinado y glamuroso: residencial. Porque, no nos engañemos, hay barrios y barrios. En la ciudad feliz , lo más de lo más es vivir en la urbanización R66. En el segundo puesto del top house , estarían empatados Eroski, Ceres Golf y Castellanos, seguidos por Fratres y dos nuevos residenciales que entran con fuerza en la lista: Perú y Rodeo.

¿Pero por qué quieren vivir los cacereños en la periferia? Tras consultar a varios vecinos del extrarradio, la mayoría coincide en que, además de buenos precios, en los nuevos barrios hay tranquilidad, independencia, menos problemas con los vecinos, no tienen que arreglarse tanto para salir a la calle como en el centro, hay más aire puro y zonas verdes próximas para los niños y pueden sacar el perro, montar en bici y hacer footing relajadamente.

Sin embargo, la periferia también presenta inconvenientes. Los más citados por los cacereños consultados son: hay que coger el coche o el autobús urbano, que ni es puntual ni es tan frecuente como debiera; es más difícil encontrar chicas que quieran desplazarse para cuidar a los niños; hay que andar todo el fin de semana (madrugadas incluidas) de acá para allá para trasladar a los hijos adolescentes; hay problemas graves de escolarización; faltan servicios religiosos (sólo está adelantada la nueva iglesia parroquial de El Vivero).

Y, por encima de todo, no hay supermercados ni hipermercados en Cáceres Sur ni en Cáceres Noreste. Resumiendo, sólo cuando haya un Leclerc en Nuevo Cáceres y un Mercadona en La Mejostilla, Cáceres será una ciudad completamente feliz y encantada con su periferia.