Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría». Son las palabras del Evangelio de Mateo que dan título al mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma del 2018. Sabéis que me gusta recoger en estas líneas ideas de sus mensajes, siempre tan actuales y acertados, seamos creyentes o no.

El Papa denuncia, en primer lugar, a los falsos profetas. Están los «encantadores de serpientes», que se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar. Con ellos es fácil dejarse fascinar por el placer momentáneo, confundiéndolo con la felicidad, o por el dinero, que hace esclavos del lucro o de intereses mezquinos.

Otros son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, pero inútiles: droga, relaciones de usar y tirar, ganancias fáciles pero deshonestas, vida completamente virtual, con relaciones aparentemente más sencillas y rápidas, pero sin sentido. Estos estafadores ofrecen cosas sin valor y quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. El mal suele presentarse como bien y lo falso como verdadero.

Dante Alighieri, al describir el infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo; su morada es el hielo del amor extinguido. Lo anterior no son sino señales de que el amor corre el riesgo de apagarse.

¿Qué podemos hacer? se pregunta Francisco, y responde con tres remedios de siempre, pero aún por vivir. La oración (llámala, silencio), que hace que nuestro corazón descubra las mentiras con las cuales nos engañamos a nosotros mismos. La limosna, que nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano. El ayuno, que debilita nuestra violencia, nos desarma, constituye una importante ocasión para experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y amor.