Diego Cortés y Pilar Rodas aseguran que viven con miedo. El patio de su casa está flanqueado por un paño de muralla y por un elevado acceso a una de las torres medievales, la de Aver, cuyo deterioro salta a la vista. La pareja, que reside en la calle Postigo, recoge chinas a diario y a veces, con frecuencia, piedras de mayor tamaño que han roto el tragante y algunas baldosas del zócalo y el pavimento. "Cada vez que salimos al patio corremos un riesgo. Las instituciones no nos atienden y nosotros no podemos actuar", dicen.

Hace unos días EL PERIODICO recogió las quejas de otra familia en la misma situación: la Torre del Río (XII) se deteriora visiblemente sobre su casa, en Concejo.

La de Aver pertenece a la fortificación árabe de los siglos XII-XIII, con un basamento de grandes piedras y sillares romanos, por lo que se supone que también fue torre de defensa de Norba Caesarina. "El apoyo del arco de fábrica de ladrillo que da a nuestro patio está erosionado por la climatología y la dejadez. Acabará cayendo", señala Cortés. La situación empeora cuando llueve: "El patio se convierte en una gravera".

La pareja compró y restauró la casa hace ocho años. "Los técnicos estuvieron atentos a la obra para velar por el patrimonio, pero un año después comenzamos a llamar por este problema y no han vuelto a aparecer", señalan.