Vicente Marrón fue un hombre del campo que destinó buena parte de su dinero a construir casas para los más necesitados hace tres siglos, de ahí la plaza Marrón, pero también lo hizo La Berrocala, una especie de hostelera de la época, y Busquet, y Calaff. Muchos nombres de cacereños, de empresarios, nobles, ilustrados o simplemente buenas personas, muchas calles que la mayoría de los ciudadanos de hoy no saben a quién rinden tributo. ¿Qué hizo Antonio Hurtado? ¿y Antonio Silva? ¿y Plata de Osma? ¿y Gómez Becerra? ¿y Gil Cordero? ¿Y Donoso Cortés?

Hasta el siglo XIV las calles no tenía nombre. "Las primeras fueron Hornillo y Caleros, que datan de la concesión de las rondas por Fernando IV. A partir de entonces todo el caserío que se organiza alrededor de la muralla sigue estos pasos", explica el historiador Francisco Acedo, que repasa las calles más significativas. Las de mayor antigüedad simplemente describen su entorno: Las Piñuelas (de peñuelas o peñas, donde todavía pueden verse las rocas), Puente Vadillo (era un vado muy pequeño) o Mira al Río (estaba cerca del Marco). Otras se refieren a los gremios que se agrupaban en ellas: Caleros, Pintores, Caldereros... Y muchas aluden a personas que vivían allí: callejón de la Monja, Sande, Nidos, Andrada-

De Cortés a Moret

Pero fue a finales del XIX y principios del XX cuando empezaron a aplicarse nombres de personas relevantes. Así, la calle Cortes o de la Corte, que ya en el siglo XV delimitaba la judería nueva, pasó a denominarse Moret en reconocimiento a Segismundo Moret, político de la Restauración y motor del desarrollo minero de Cáceres, que brindó una comida al monarca Alfonso XII cuando vino a inaugurar la línea de ferrocarril.

Más modesto, pero muy apreciado, fue Sánchez Garrido, un maestro cacereño de párvulos de principios del XX conocido por desarrollar métodos didácticos para enseñar a leer y a escribir. Se denominó así al estrecho callejón entre Pintores y Gran Vía. A poca distancia está la calle Publio Hurtado, tradicionalmente las Piñuelas Altas, en memoria de aquel alcalde cacereño que fue a su vez un gran divulgador de la historia local (gráfico).

Mucho antes, en el XVIII, el riquísimo labrador Vicente Marrón aplicaba a rajatabla el filantropismo de la Ilustración y destinaba todo su dinero a crear casas y escuelas para los pobres, convencido de que la educación era fundamental como escape a la miseria. Su obra continuaría tras su muerte gracias al dinero que dejó. Y cuando Juana Celaya cerró en el siglo XX el Teatro de Variedades, situado en el número 8 de la calle Moros (hoy Margallo), se instaló allí la obra pía de Vicente Marrón con clases gratuitas que se prolongaron hasta los años 60. Todavía hoy puede leerse el nombre.

También La Berrocala, de origen humilde, destinó los beneficios de sus negocios (posada, mesón...) a crear un barrio para las clases populares al oeste de la ciudad. "Lo mismo hizo José García Carrasco, de La Rioja, que llegó a Cáceres en el XVIII como administrador de la marquesa de Camarena (la Generala) y logró una gran fortuna", relata Acedo. Junto a su hijo, Juan José García Carrasco, primer conde de Santa Olalla, financiaron viviendas para gente desfavorecida en la parte superior del Camino Llano, conocidas hasta hoy como las Casas de Carrasco. Otras familias ganaderas del norte de La Rioja también se asentaron en Cáceres, se enriquecieron y se casaron con nobles, dando lugar a los grandes patrimonios del XIX: García Pelayo, López Montenegro, Muñoz de San Pedro, García Becerra....

Con idéntico fin se construyeron las Casas del Cotallo, que siguen dando nombre a la subida del Gran Teatro. Fueron levantadas por un sacerdote del XIX para los pobres, lo mismo que las calles Busquet (comerciantes del XVIII) y Calaff (adinerado catalán del XIX). Estas dos promociones de viviendas iniciaron la expansión de Cáceres hacia la Peña Redonda (hoy Antonio Canales), ya que la ciudad acababa en Parras. "Eran personas con un pensamiento católico social de ayuda al pobre, por eso facilitaban casas y escuelas, las necesidades más perentorias, puesto que la Iglesia ya daba el sustento básico", explica Acedo.

De Moros a Margallo

Pero también había héroes, como el general Margallo, nacido en Montánchez y pieza importante durante la guerra del Rif. En estas batallas murieron muchos españoles, creció un sentimiento antimagrebí y los estudiantes cacereños se revelaron pidiendo la supresión de la calle Moros, donde se habían asentado los moriscos de Granada en el XVI, que se convirtió entonces en Margallo.

A poca distancia se encuentra la calle Sande, llamada así por que en ella vivió Francisco de Sande, capitán general de Filipinas (también se conoció como calle de Roa o del Organista). Muy próxima, la calle Peñas, que antes comenzaba en el cruce de Camberos y Moreras y terminaba en San Blas, y que tomó su nombre de Juan de la Peña, un noble de los Ulloa que vivió allí en el XV. A su lado, la calle Andrada, denominada así por Jerónimo Andrada --regidor perpetuo de Cáceres en el XVI--, y la