Gustavo Proaño, un albañil ecuatoriano de 25 años que reside en Cáceres desde hace un año y medio, ha dejado de ser invisible . Es uno de los 76 inmigrantes que han podido ver cumplido ya el sueño de tener sus papeles en regla desde que hace casi dos meses el Gobierno abriera el proceso extraordinario de regularización. De las 416 solicitudes presentadas hasta el pasado miércoles en la subdelegación del Gobierno, 84 habían sido resueltas, de las que sólo cinco fueron negativas y tres inadmitidas.

Padre de una niña de su compañera Jennhy con la que convive, Gustavo decidió cruzar el Atlántico para buscar un futuro mejor en España hace ahora el mismo tiempo que la edad que tiene su hija. Primero en Zaragoza, donde viven sus padres y tres hermanos, para luego recalar en Cáceres. Pero el camino no ha sido fácil. Trabajó en la agricultura, pero no le daba para vivir porque los ingresos se reducían a las campañas de primavera y verano.

Ahora toca la felicidad con los dedos tras haber sido contratado por una empresa de construcción. Su jefe le ha dado de alta en la Seguridad Social y ya no tiene miedo a que, como asegura, le puedan echar de la ciudad que le ha acogido: "En Cáceres ha sido fácil adaptarse porque la gente es agradable, pero la tierra siempre llama y se extraña. Siempre te queda un espacio vacío". Gustavo no ha podido volver aún a Quito, su ciudad natal, porque carecía de papeles y, si salía de España, no sabría si entraría de nuevo tras hacerlo la primera vez como turista.

La situación como indocumentado, afirma, le ha traído más inconvenientes que ventajas porque se veía obligado a trabajar en la economía sumergida. Sólo una vez intentó regularizar su situación y su solicitud fue denegada. No lo ha vuelto a intentar hasta que se abrió el proceso extraordinario de regularización en febrero pasado.

Objetivo cumplido

El visto bueno de la Administración llegó como un regalo en Semana Santa. Gustavo ha firmado ya un contrato y muestra ilusionado sus papeles en regla: "Es un triunfo tras tanta lucha". Sin embargo, en el proceso previo no han faltado los quebraderos de cabeza para lograr la documentación necesario. Tuvo que encargar a unos familiares en Ecuador, mediante un poder notarial, que le solicitasen el certificado de penales, requisito indispensable para poder ser admitido por el Gobierno.

Su visión de la vida también ha cambiado. "Ahora las puertas están más abiertas. Vivo más tranquilo, sin miedo a que me pidan la documentación y me puedan echar del país", dice. Todavía quedan pendientes por resolver en la provincia 332 peticiones de inmigrantes que buscan el mismo final feliz que Gustavo. Una carrera de fondo por vivir.