Nunca ha habido trompetas bíblicas que tocaran, desde lo alto de la torre de la concatedral, para llamar a los cacereños a que acudieran, como un resorte, a ver, cada año, a su Patrona, la Virgen de la Montaña, durante su novena. Y, sin embargo, en estas fechas, surge como una inclinación, incontenible y espontánea, que nos impulsa a todos a realizar tales visitas.

Sin distinción de credos e ideologías, en movimiento, masivo y sorprendente, que viene a ser un tema de hondo calado para sociólogos. O ¿puede constituir todo un tratado de teología popular? De todas formas, dicho evento posee unas raíces que jamás serán sofocadas por ningún relativismo moral o laicismo galopante, en medio de los mayores incidentes socioculturales que puedan surgir. Por lo que, alborozados, y como empujados por una mano invisible, caminamos al templo de Santa María, en riada fervorosa, para ponernos, sin distinción de clases, ante esa madre de todos, y Madre de Dios para los católicos, cuya prerrogativa defendió Cirilo de Alejandría, contra Nestorio, en el Concilio de Efeso, del año 431.

Se trata de un fenómeno popular que tiene como epicentro una imagen pequeñita, labrada a principios del siglo XVII, en madera de nogal, declarada patrona de la villa en 1668 y coronada en 1924, en la plaza Mayor, por el entonces Primado de Toledo, cardenal don Enrique Roig. Hecho de inusitada religiosidad, realmente sucedido en cada primavera, donde muchedumbres, de hombres y mujeres, de toda edad y condición, cumplen con tal rito, desde 1641, primera bajada de la Virgen a la ciudad.

Hasta los más reticentes, ante estas cosas religiosas, se ven arrastrados por ese algo indefinible. Todos correrán, pues, impulsados por un pellizco, entrañable, en busca de esa Virgen que, al atardecer, se acerca, majestuosa y sencilla, al ayuntamiento, a los acordes de la banda municipal, donde, la alcaldesa y el obispo diocesano, le dirigen unas palabras en medio de atronadores vivas. ¿Cómo interpretar esto? Dejémoslo en sustrato religioso, capaz de rebrotar como un geiser, anualmente, sin que haya fuerza humana que lo reprima. Porque, como escribe María Zambrano: "La manifestación de lo divino es siempre instantánea". Estas vivencias, en fin, tienen orígenes trascendentes, por lo que nada ni nadie podrá arrancar tales testimonios. Hasta este Periódico lo rubrica, ofreciendo a sus lectores un bonito colgante de la Virgen.