"La primera vez que vinimos a ver la zona era una zona deprimida, con casas ocupadas, un depósito de autobuses, huertos que la gente había ido ocupando en terrenos que estaban abandonados...". La fotografía que describe el arquitecto madrileño José María de Lapuerta se parece poco a la imagen actual del entorno de la Mina del Morro de Bilbao, que pasó entre 2001 y 2004 por el tamiz de las mejores propuestas del certamen internacional arquitectura, a través del cual Cáceres ha buscado respuestas para Aldea Moret y la Ribera del Marco.

"Era una antigua mina de hierro de que que aún quedaba el cráter, pero todo el entorno estaba abandonado", explica De Lapuerta. Ahora es un barrio con edificios de viviendas sociales pertenecientes al Gobierno Vasco, que las cede en régimen de alquiler a jóvenes.

En la zona trabajaron dos equipos de arquitectos, ambos concursantes en la octava edición del Europan. Además del de De Lapuerta, que obtuvo una mención especial, trabajaron allí el integrado por Eduardo Belzunce, Luis Díaz Mauriño y Juan García Millán, que fueron los ganadores y los encargados de poner en pie la otra parte del proyecto. Entre ambos equipos conformaron el aspecto actual de la zona, un espacio moderno y "ordenado", flanqueado por las cinco torres propuestas por el equipo de De Lapuerta, que se abren a varias plazas que se presentan como miradores sobre la ciudad, desde los que se ven también las viviendas del equipo de Belzunce.

Esta metamorfosis urbana fue la apuesta de esta capital, que inició un importante proceso de transformación en torno a los yacimientos que permitieron el desarrollo industrial que se produjo en la zona desde comienzos del siglo XX. Lo que allí denominan efecto Guggenheim --por la transformación que supuso para la ría la instalación del museo en una de las zonas más deprimidas-- se extendió con proyectos como este de renovación del entorno de la mina del Morro, al otro lado de la ciudad.

Allí, la intervención no se limitó solo a la construcción de las viviendas de De Lapuerta y Belzunce, puesto que ambos proyectos se completaron en 2007 con la apertura de un pulmón verde de 130.000 metros, en el que zonas verdes, bancos y los recorridos peatonales sustituyeron a chabolas, zarzas y maleza, entremezclados con restos de su pasado minero. Igual que el efecto Guggenheim logró transformar Bilbao, Cáceres busca la fórmula para que la ciudad se vea desde un nuevo prisma.