Consenso local, provincial y regional; infraestructuras culturales y apoyos externos". Así resume Jesús Málaga, alcalde de Salamanca durante 12 años y pionero en 1987 de la candidatura del año 2002, las claves para poder ser Ciudad Europea de la Cultura. La experiencia salmantina, que compartió sede con Brujas, bien podría servir de espejo para calibrar las opciones cacereñas. Saponi reconoce que, además de trasladar su inquietud al grupo de ciudades patrimonio de la humanidad, ha tomado buena nota del proyecto charro. Ciudad universitaria, con atractivo turístico y con las dimensiones al gusto de la Unión Europea.

Pero la carrera hacia el año 2016 no será fácil: "Necesita una fuerte inversión en infraestructuras para ponerse al día", reconoce el exregidor socialista nacido en la localidad de Abadía. Según el Consorcio Salamanca 2002, formado por el ayuntamiento, la Junta de Castilla y León, el Ministerio de Educación, la universidad y Caja Duero, se invirtieron 65 millones de euros en rehabilitar y construir nuevos edificios culturales. La financiación de la programación cultural costó 33 millones de euros, de los que el 50% fueron aportados por empresas privadas. El coordinador Enrique Cabero asegura que la capitalidad "ha sido un revulsivo para la ciudad".

A pesar de ello, Salamanca sufrió dos disgustos en su carrera: Madrid, en 1992, y Santiago en el año 2000 fueron sedes españolas. El caso madrileño coincidió con las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla. "Madrid no se podía quedar sin nada", asegura Jesús Málaga. El proyecto gallego fue distinto. Con 30 millones de euros para la programación, compartió candidatura con otras ocho ciudades europeas y, como afirma la edil de Cultura Teresa García Sabell, "sirvió para que se nos conociera en Europa no sólo por el Xacobeo. Fue una celebración más civil que religiosa".