Los planes del grupo inversor vasco-cacereño Itcarcris SL están cada día más lejos de hacerse realidad después de tres años en busca de su sueño: hacer de la Casa Grande el primer hotel de cinco estrellas de la ciudad. Detrás de estos inversores estaba el empresario cacereño Domingo Valero, descendiente de Tarsila Torres de Castro, su bisabuela, que mandó construir el edificio en 1910.

Había mucho de sentimental en las intenciones de Valero, que convenció a sus socios --especialistas en hoteles de lujo en ciudades patrimonio de la humanidad-- para que apostaran por el inmueble, no sólo por sus dimensiones sino por su situación estratégica en el casco histórico de la capital.

Todos ellos se pusieron a trabajar, conscientes en aquel momento de la crisis económica que atravesaba la Universidad de Extremadura y de la necesidad que Cáceres tenía de establecimientos hoteleros. El 4 de abril del 2001 escribieron al Vicerrectorado de Infraestructuras solicitando la compra y en enero del 2002 volvieron a pedirla, esta vez por dos millones de euros. Aunque el exrector Ginés Salido dijo hace unos meses que consideraba acertada la venta, lo cierto es que nunca llegó a mantener un encuentro con los empresarios.

La familia propietaria de la Casa Grande, situada en la calle Pizarro, vendió el edificio a la Universidad de Extremadura en los años 80. Fue sede de la Escuela de Informática y ahora permanece cerrada.