Antonia Ruiz, una de las 13 vecinas que aún reside en el bloque C en situación legal, cuenta orgullosa y feliz que pronto se irá de este edificio porque el ayuntamiento le ha dado otra vivienda en el bloque B, el que se encuentra justo al lado. Sin embargo, mientras habla, se nota cierta melancolía y un brillo extraño en sus ojos. Parece que no lo tiene claro, y pronto la felicidad se entremezcla con la melancolía. "Es que este edificio es nuestro, yo llevo aquí 22 años, desde que se construyó. Antes estábamos bien pero ahora es muy triste ver en lo que se ha convertido, la situación es insoportable, que lo tiren y que construyan lo que quieran, pero que lo tiren de una vez. Esperemos que no tengamos que pasar aquí las Navidades", dice.

Como ella, se encuentra su vecina de arriba, que se niega a mostrar su identidad, pero sus declaraciones coinciden a la perfección, ambas quieren salir de ahí pero no pueden ocultar la resignación que sienten al ser "expulsadas de su casa". Esta última, sin embargo, cuenta que "no está muy contenta" con la casa que le ha concedido el consistorio: "Ahora vivo en una casa de cuatro habitaciones y la que ellos me ofrecen es de dos, si no me dan una de las mismas condiciones no me voy a ir de aquí", asegura.

Visto desde fuera

Mientras Antonia cuenta su historia, tres jóvenes suben por las escaleras evitando la basura y el agua acumulada por la reciente rotura de unas tuberías. Vienen a ver a su abuela, ellas no viven en el inmueble, pero sí son vecinas de Aldea Moret. "Esto es horrible, deberían derruirlo, es muy triste ver a los niños jugando por estos pasillos, van a coger alguna enfermedad", cuentan. "El barrio quiere que se derribe y que desaparezca de aquí la droga. Antes Aldea Moret era una barriada normal, en cuanto desaparezca el edificio, volverá a serlo", continúan.

Ya fuera del bloque C, las vecinas de las casas bajas que se encuentran justo enfrente, se reúnen para hablar con EL PERIODICO. Ninguna quiere prestarse a hacerse una foto, ni mucho menos a desvelar su nombre. No quieren que sus declaraciones pueda acabar por perjudicarlas.

Una de ellas se lanza a hablar. "Desde este sitio hemos visto de todo. Uno siente una tristeza enorme cuando ve drogarse a menores de edad. Hemos visto hasta sacar a muertos de allí", dice señalando directamente al Bloque C mientras recuerda el escabroso episodio de una mujer emparedada, ocurrido en abril de 2006 y que inició el procedimiento para el desalojo del edificio de la calle Ródano.

"Hace muchísimos años que no entramos ahí dentro porque no se puede ni pasar, no sabemos cómo pueden soportar viviendo en esas condiciones, ojalá lo derriben, pero que lo derriben de verdad, no que se quede en un rumor como ha ocurrido siempre".

Otra de las vecinas asegura que su hija residía en una de las viviendas del bloque, pero que tuvo que marcharse porque "no podía criar ahí a sus hijos, no hay más que verlo, ahí no puede vivir nadie normal", indica.

Desde fuera o desde dentro, uno a uno van contando su historia y sus vivencias. Pero todos, unos por el malestar de tener que soportar a diario la imagen del edificio más castigado por la droga, la delincuencia y la marginación, y otros siempre con la condición y la esperanza de tener otra casa para poder salir y no encontrar basura, desean que se derribe para borrar el pasado. Así comenzará para todos ellos "una nueva vida".