Hace unos días, los 24 miembros de la agrupación local socialista acordaron por unanimidad que Carmen Heras no era. Vamos, que no era la candidata idónea para la Alcaldía de Cáceres. Esa misma noche debieron entrar en meditación y penitencia. Se colocarían cilicios, se darían latigazos y hasta ayunarían. Porque el miércoles, estando reunidos en el cenáculo, se les apareció el Espíritu Santo encarnado en Ramón Ropero quien, como es preceptivo en estos casos, habría evacuado consultas con el Padre y con el Hijo. La aparición divina obró el milagro y la comisión aprobó por unanimidad que Carmen Heras es la mejor candidata que puede presentar el partido. Y hasta las listas se consensuarán. ¿Y para esto era necesario armar tanto ruido, proclamar tantos insultos, hacer tantas descalificaciones personales, lanzar amenazas y crear división? Según dicen nadie gana, pero unos salen más reforzados que otros y todos, unos más que otros, se han debido bajar los pantalones. No se sabe si se debe al nuevo estilo, a la necesidad de unir fuerzas para reforzar a los candidatos o ambas cosas a la vez. ¿Han dejado algún cadáver en el camino? Ya veremos lo que sucede con las listas, que es el último asidero para algunos.