Estar al lado de Emilio Gutiérrez Caba es, de entrada, un privilegio. Decía ayer Silvia González, directora del Gran Teatro, que qué cosas pueden decirse de él sin recurrir a los tópicos, que si es miembro de una de las sagas más importantes del teatro español, que si tiene todos los premios en su haber, que si le avala una carrera espectacular de 50 años... Y él respondió: «Nunca me han dicho que mido 1,80 y que tengo una larga melena», a lo que siguió la inevitable carcajada en la bancada de periodistas que seguíamos con atención en los jardines de Torre de Sande (repique de campanas y aleteo de pavo real incluido) la presentación de ‘La cueva de Salamanca’, obra dirigida por Gutiérrez Caba que se representa hoy (22.30) en el Gran Teatro tras un cambio de última hora por problemas técnicos que han desaconsejado (una pena) su exhibición en Las Veletas.

La obra, no obstante, promete. De antemano, es un encargo para la conmemoración del 800 aniversario de la fundación de la Universidad de Salamanca y está coproducida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Euroescena y el VIII Centenario de la Universidad de Salamanca.

Gutiérrez Caba hace metateatro en esta obra tomando como base ‘La cueva de Salamanca’ y añadiendo escenas de ‘La fénix de Salamanca’ y ‘Obligados y ofendidos y Gorrón de Salamanca’ en un viaje del verso a la prosa con actores como el cacereño Chema Pizarro, que exhibe el Siglo de Oro con soltura y que demuestra, como alabó ayer el director del montaje, que existen «enormes esperanzas de que el teatro español y la cultura van a entroncarse de una vez por todas con la sociedad española».

Gutiérrez Caba aprovechó su intervención para criticar lo inquietante de esta era actual en la que el culto al cuerpo es más importante que el cultivo de la mente, de que sea ésta «la época de si Cristiano tiene una lesión en el dedo del pie» o de que Messi «piense solo en una cosa redonda». Por eso defendió el actor que los universitarios españoles «necesitan ser ciudadanos cultos, humanistas», que en el siglo XIX ya había jóvenes que tenían su propia compañía y que hay que seguir por este camino.

Esta obra habla también de la vida del artista, eso es lo que tiene de contemporánea: actores que cambian de compañía de un día para otro para ganarse las habichuelas -«si esto es una Europa viable que venga Dios y lo vea»-, series de bajo presupuesto, películas baratas que desdeñan en el extranjero porque por su valor económico piensan que son malas... asignaturas que habrá que aprobar si queremos que este país se recupere. No medirá 1,80, no tendrá una larga melena, pero este Gutiérrez Caba es todo un genio.