Tenía capilla, escuela, baile, una fonda que preparaba unos callos famosos en muchos kilómetros a la redonda, y lo más sorprendente... ¡había hasta dos cines!. Llegó a superar los mil habitantes y en sus casas se podían ver las primeras radios y televisores de la comarca, porque los sueldos daban para mucho. Así era la Estación Arroyo-Malpartida, un poblado ferroviario que jugaba un papel vital en la línea Madrid-Lisboa, y en el que hoy solo residen de forma continua 50 vecinos. Sus calles, sus vías, su silo, su andén, sus edificios..., todo recuerda el pasado glorioso que tuvo este núcleo, al que anoche regresaron ferroviarios de avanzada edad para compartir recuerdos y mil anécdotas.

El encuentro, con una ruta por las entrañas del viejo poblado, hoy considerado pedanía de la capital cacereña, fue organizado por el Ayuntamiento de Malpartida, municipio tradicionalmente muy vinculado a la Estación debido a su cercanía. "Queremos revitalizar esta especial relación que siempre nos ha unido", señaló ayer el alcalde malpartideño, Víctor del Moral. De hecho, la actividad ferroviaria llegó a incrementar la población de toda la zona, y las canciones populares recuerdan que las mozas aspiraban a casarse con un ferroviario para vivir desahogadas. Cuentan que ni siquiera escatimaban al comprar en los comercios.

Una importancia olvidada

No era para menos. Arroyo-Malpartida, creada en 1881, y Delicias, en Madrid, constituían las dos únicas estaciones de puestos fijos que existían en el trazado español de la línea hacia Portugal. Cuando los trenes alcanzaban la provincia cacereña, las cuarenta locomotoras de vapor que llegó a tener este poblado ferroviario relevaban a las que venían desde Madrid (entonces una sola máquina no podían soportar tanta distancia), y llevaban los convoyes hasta Valencia de Alcántara. Alcanzó los 900 empleados a principios de los 60, según recoge Carmen Domínguez en un estudio sobre la Estación.

Cuentan que en los años 30 paró un tren que llevaba a los jugadores del Real Madrid hacia Portugal, y que el pueblo, emocionado, pudo saludar a jugadores como Zamora por la ventanilla. En la Guerra Civil tuvo un peso importante y desde allí huyeron por tren muchos republicanos hacia otras zonas. También pasó Franco, y también saludo por la ventanilla. Pero en los años 60 comenzaron a introducirse en la línea las nuevas locomotoras diésel-eléctricas, y con ellas se inició el ocaso de la Estación, al perder su función principal. No obstante, durante los últimos años está viviendo una nueva revitalización debido a la adquisición de sus viviendas como segundas residencias para fines de semana y vacaciones. El entorno lo merece.

Al acto de ayer acudieron los antiguos ferroviarios, que recibieron el pasado jueves un cálido homenaje en Malpartida, junto con vecinos del poblado y de los alrededores. También estaba prevista la presencia de la alcaldesa de Cáceres, Carmen Heras, invitada por la organización. La noche acabó entre vivencias y relatos entorno a grandes platos de hermosos callos, que la fonda volvió a preparar para rescatar el gusto de los mejores tiempos.