Mi amigo Quique llevaba mucho tiempo maquinando una venganza. Porque a mi amigo Quique le habían estafado de mil maneras. Unas hortalizas que el productor vendía a un euro le costaban tres. Por una casa que valía quince mil euros le pedían treinta mil. Dejaba su dinerito en un banco y le pagaban el 1% de rendimiento mientras que si pedía una hipoteca al mismo banco le costaba un 5%. El petróleo subía hasta 150 dólares sin que nadie sepa por qué. Se hizo un plan de pensiones que no deja de perder valor y, para colmo, le ha pillado Forum, o Afinsa, o Gescartera o los tres.

Lamentablemente, mi amigo Quique no tenía capacidad para montar una trama semejante porque no era un afamado economista ni tampoco conocía a nadie en la Comisión del Mercado de Valores ni en la FED, sus relaciones no eran lo suficientemente altas como para tener buena información y que los estafadores de cuello blanco se fiaran de él.

Sin embargo, alguien le ha cogido el relevo. Un espabilado conocedor de los mecanismos financieros y con el suficiente prestigio como para embaucar a los estafadores le ha hecho la tarea.

No se pueden imaginar la risa floja que le ha entrado cuando ha tenido noticias de los manejos del tal Bernard Madoff y de los nombres y de los apellidos de los estafados. Incluso ha pedido que se cumpla el refrán y solicita mil años de perdón para el estafador. Claro que mirándolo bien hubiera preferido estar entre los estafados, pues al fin y al cabo solo han perdido una pequeña parte de su patrimonio.