-¿Por qué se alistó usted en el Ejército?

-Por vocación. Me crié en Salamanca, en una calle entre un cuartel de Caballería y un Regimiento de Ingenieros. Veía pasar a los soldados en sus camiones y desde muy pequeña tuve muy claro que quería ser militar. Esperé a tener la mayoría de edad y me presenté a los exámenes. Salí destinada al Regimiento de Ingenieros número 1 de Burgos y así empezó mi vida militar. Allí me pasaron a una unidad de Máquinas, maquinaria de obra pública, y lo que se hacía eran obras en el cuartel: puentes, zanjas... Las máquinas me permitieron ir de misión al extranjero porque estas unidades siempre apoyaban a otros cuarteles para poder hacer desescombros.

-¿Cómo conoció usted a Feliciano Vegas? Defina cómo era y describa el tiempo que compartieron sus vidas...

-Lo conocí en Burgos. Coindimos allí cuando acababa de llegar destinada y él volvía de una misión en Bosnia. Compartíamos trabajo, risas y misiones de ayuda humanitaria. Al volver de la primera misión en Bosnia nos casamos. El resto del tiempo, tres años, volvió a ser en misión humanitaria. Estuvimos cinco años juntos, a caballo entre España y Bosnia, donde intentábamos reparar la vida de aquellas personas. Llegamos a un país devastado por la guerra y nuestro trabajo era recorrer los pueblos y quitar escombros para que aquella gente pudiera reconstruir sus casas. ¿Qué como era Feli? Una persona única, noble, amigo de sus amigos, siempre positivo, de esos que recuerdas, y que recuerdas siempre con una sonrisa. De él me cautivó todo. Fue la persona con la que decidí pasar el resto de mi vida. Nosotros construimos juntos nuestra vida, nos casamos, compramos nuestra casa, tuvimos a nuestro hijo...

-¿Por qué querían irse de misión humanitaria?

-Yo estaba loca por irme. Desde el primer día que ingresé en el Ejército mi único empeño era marcharme a los países en los que había habido una guerra para ayudar, para trabajar en la paz y en la seguridad.

-El 26 de mayo de 2003 un Yakolev 42 ucraniano fletado por el Ministerio de Defensa se estrelló después de dos intentos frustrados de aterrizar en el aeropuerto turco de Trabzon. En el accidente murieron 62 militares españoles, aunque en la tripulación viajaban 75 personas, que regresaban a casa después de cuatro meses de misión en Afganistán. ¿Cómo recuerda ese día?

-Me acosté pensando en lo feliz que iba a ser al día siguiente porque era la primera vez que nos separábamos, puesto que yo había sido madre y disfrutaba de una excedencia de un año por maternidad. Siempre había ido de misión con él, así que esa mañana para mí iba a ser muy especial. Nos íbamos a reencontrar, iba a vivir todo aquello que había visto en otras parejas, cuando el militar baja del avión y corre el uno a los brazos del otro. Me hacía una ilusión enorme vivir ese momento, pero ese momento nunca llegó... Feli se marchó a Afganistán cuando su hijo tenía 10 meses y cuando iba a regresar el niño ya tenía 15. La ilusión de su padre era verlo andar. A las 4 de la mañana estaba durmiendo, oí un ruido que me sobresaltó y me di cuenta de que había sido la caldera porque en esa época hacía mucho frío en Burgos y la calefacción todavía estaba puesta. Salí a la terraza, miré al cielo y vi cruzar un avión. Pensé que Feli venía a mitad de camino y que cuando me levantara por la mañana, él ya estaría pisando suelo español. Pero a esa misma hora el avión se estaba estrellando contra las montañas de Trebisonda. La noticia no tardó en aparecer en los medios de comunicación, la vi en televisión... A las nueve de la mañana sonó el teléfono, era Yolanda, mi cuñada, que de camino al trabajo lo escuchó en la radio. Las horas posteriores no las recuerdo. Sé que empezó a llegar mucha gente a casa y que mi única preocupación era que yo tenía que cuidar de mi niño.

-¿Él por qué se fue?

-Un militar se va porque cumple órdenes. A Feli lo mandaron y estuvo 5 meses allí. Se dedicaba a la parte logística, llevaba un camión de gasoil.

-¿Y era feliz?

-Él era muy feliz con su trabajo, pero hubiera sido mucho más feliz volviendo a casa.

-El 2 de marzo de 2004 se reveló que los cadáveres de varios de los militares españoles fallecidos en el accidente habían sido enterrados o incinerados sin que se hubiera acreditado con certeza su identidad. Usted estuvo durante dos años visitando una tumba que no era la de su esposo porque uno de aquellos cuerpos trasladados de forma errónea era el de su marido...

-Me reconfortaba mucho ir al cementerio. Paseaba cada día hasta allí con el niño, con mis suegros, con mi cuñada... En el cementerio siempre había flores frescas, dibujos, cartas, pero la persona enterrada no era Feli. Estuvimos dos años llorándole a un señor que era de Zaragoza mientras los restos de Feli descansaban en un cementerio de Murcia. Había sospechas de que se hicieron las identificaciones de 75 cadáveres en tres horas y media; había un equipo de la Guardia Civil activado para viajar al lugar, que en el último momento Trillo decidió desactivar. Seis meses después del accidente tuve ocasión de viajar a Trabzon, al lugar del accidente, con el equipo del fútbol del Villarreal; tuvieron el gesto de acompañarnos hasta la montaña, allí se encontraban todavía objetos, peines y placas identificativas de los militares tiradas, incluso habitantes de la zona nos entregaron placas que habían visto. A partir de ahí empezamos a investigar y se supo que los forenses turcos habían recogido pruebas de ADN de cada uno de los cadáveres y le habían asignado un número a cada bolsa. Pudimos saber que hubo féretros que se entregaron a familias equivocadas. La jueza Palacios ordenó exhumar entonces los cadáveres, los que se pudieron porque muchos habían sido incinerados. A partir de ahí se comprobó que efectivamente hubo errores. Tardaron dos meses en entregarnos el cuerpo y se repitió el funeral. Fue algo tremendo.

-El exministro Federico Trillo había sido informado solo 24 horas después del accidente de que las tareas de identificación de los cadáveres serían dificultosas...

-Este capitulo es especialmente doloroso para nosotros. No podemos entender qué fue lo que llevó al exministro Trillo y a esos tres militares a actuar de la forma tan inhumana como lo hicieron. No hubo identificaciones, todo se hizo mal, con prisa, y la consecuencia fue que 30 cadáveres se entregaron a familias que no eran las suyas. El general Navarro recibió órdenes directas de Trillo y admitió que las autopsias que habían hecho eran visuales y lights. Y como consecuencia de ello una persona de piel blanca se confundió con una de color, en un féretro había restos de tres cuerpos distintos, un cadáver tenía dos pies de distinto número, cuando un ataúd no pesaba lo suficiente se rellenaba con piedras y tierra... Jugaron a la ruleta rusa con nuestros padres, hijos y maridos y eso es algo que no se puede perdonar.

-¿Ustedes habían escuchado hablar de los riesgos que implicaban las condiciones en las que se estaba transportando a militares españoles en Afganistán?

-Claro que sí. Era un secreto a voces. Las condiciones en las que viajaban los soldados eran inhumanas, con aviones desfasados, con una tripulación que no hablaba inglés, que iba en chanclas, con botellas tiradas por el suelo... Los compañeros viajaron en dos tandas, y de hecho una semana antes, uno de ellos había vuelto. Vino a casa a visitarnos, estuvo comiendo con nosotros, con el niño y conmigo, y efectivamente su comentario fue: «Esos aviones son de los que se estrellan».

-De hecho, el Ejército del Aire había recibido tres meses antes del accidente una nota informativa sobre las quejas recibidas contra los aviones exsoviéticos usados para transportar tropas españolas en Afganistán. Denunciaban falta de seguridad e incomodidad. La nota se perdió en el Ministerio de Defensa. ¿No le parece bochornoso?

-Sí. Se tiene constancia documental de 14 quejas anteriores al accidente de militares desplegados en Afganistán. No se hizo caso a ninguna de ellas. En Noruega hubo una sola queja de un militar que había viajado en el Yak-42 e inmediatamente se cancelaron todos los contratos. Allí sí les hicieron caso.

-En mayo de 2005 se reveló que casi la mitad del pago del Yak-42 se lo repartían en comisiones seis intermediarios. La compañía aérea ucraniana sólo cobraba 45.000 dólares de los 170.000 que pagaba el Ministerio de Defensa. ¿Se mercadeó, a su juicio, con los militares?

-Totalmente. Se pagaban aviones chatarra a precio de aviones de lujo. En los 42 vuelos anteriores se perdieron por el camino 4 millones de euros de los que no aparecen los contratos. Alguien se enriqueció con ello y ahora nos toca averiguar quién.

-Más de 13 años después de la tragedia, el Consejo de Estado reconoció oficialmente por primera vez la responsabilidad del Ministerio de Defensa en la muerte de los 62 militares...

-Trece años de nuestra lucha para conocer la verdad. Rajoy dice: «Eso fue hace ya mucho tiempo», vale, mucho tiempo es el que nosotros llevamos sufriendo, esperando que alguien asuma sus responsabilidades. Si ese informe llega ahora, bienvenido sea porque nosotros seguimos exigiendo justicia.

-Después de conocerse el dictamen del Consejo de Estado que responsabilizaba a Defensa, las familias de los militares, la oposición política y diversos diplomáticos pidieron que Federico Trillo fuera relevado como embajador en Londres. ¿Qué opina?

-Trillo nunca debió tener ese cargo. Es un cargo muy honorable para una persona que actuó del modo en que lo hizo.

-La ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, compareció la semana pasada en la Comisión de Defensa para intentar cerrar el caso con la «reparación moral de las víctimas». Pidió perdón cinco veces en nombre del Estado. Hizo lo que hasta ahora no había hecho nadie del PP: admitir esa responsabilidad y pedir perdón. ¿Qué le parece?

-Solo podemos agradecer el gesto que ha tenido con los familiares primero, por ser la única ministra de su partido en recibirnos, por mirarnos a la cara y pedir disculpas, pero admitir responsabilidad también significa cargar con las consecuencias y donde hay responsables también hay culpables, y ahora es ella a la que le toca señalar.

-Valoraba la escritora Almudena Grandes el gesto de Cospedal, pero añadía: «Si no se emprende una investigación objetiva e implacable sobre la contratación del vuelo, la ausencia de seguro, la chapuza forense, los indultos y los ascensos, la sonrisa de la ministra no será más que un nuevo y definitivo agravio»...

-Cierto. De nada vale si todo queda en una simple disculpa. Tiene que dar respuesta a todas esas preguntas que los portavoces parlamentarios formularon; y todos los culpables tienen que pagar, empezando por el ministro Trillo, al que se le dio una embajada en Londres, siguiendo por Javier Jiménez Ugarte, que era el secretario general de Política de Defensa, y que se le dio una embajada en Suecia pese a ser una persona que nos maltrató con sus palabras y sus gestos. ¿Y a los tres militares que por sentencia fueron juzgados y condenados a cárcel? Pues el general Navarro no llegó a entrar, Trillo le dio la cruz del mérito militar. Los capitanes Sáez y Ramírez fueron condenados a un año y medio de cárcel y a inhabilitación, pero tampoco llegaron a entrar y el gobierno del PP los indultó. Todos los generales que de un modo u otro tenían responsabilidad en los contratos fueron ascendidos a teniente general. Con lo cual ninguno ha asumido su responsabilidad.

-¿Usted ya no es la misma?

-Por supuesto que no. Cuando vives una tragedia de este tipo y te quedas viuda con 25 años y con un hijo de 1 año y medio nunca las cosas van a seguir siendo igual. Puedes llegar a ser feliz. Porque yo soy feliz en momentos muy puntuales. Para mí la felicidad está en salir a dar un paseo, en mirar al cielo, en ver a mi segunda hija pintar, pero siempre te queda esa espina clavada que no te deja ser feliz del todo. He tenido mucha ayuda de mi familia, de mis suegros, de mis cuñados, de médicos, psicólogos y psiquiatras. Los años posteriores al accidente fueron un ir y venir a juicios, una lucha constante para que se determinaran responsabilidades... Dejé Burgos y me vine a Cáceres destinada porque necesitaba estar con mi familia. Y me vine con un niño pequeño al que tenía que cuidar. Los años fueron pasando, viviendo con la carga que llevaba encima.

-¿Y cómo es su vida hoy?

-Vivo. Y el simple hecho de vivir me da la oportunidad de ser inmensamente feliz o terriblemente triste. Esa es la oportunidad que a otras personas le negaron. Pienso que debo aprovechar la oportunidad que se me ha dado de seguir viviendo porque yo podía haber viajado en ese avión también. Intento tirar para adelante, intento, intento solo... Todo el mundo pregunta si has rehecho tu vida. Yo sí, tengo otra pareja, pero no lo llamo rehacer tu vida, lo llamo reconstruir tu vida, porque tienes unos cimientos que están un poco débiles y muchas veces te caes. Y me levanto gracias a Ismael, que asume mi pasado y a la vez ha emprendido una lucha con nosotros, con la familia de mi marido, y tiene su lugar. Así que tengo una familia muy bonita y disfruto mucho de ella, pero del drama que llevo a mis espaldas, de ese no me voy a deshacer nunca.