Qué hilarante espectáculo total preparó la veterana Compañía Morboria, muy versátil y premiada! El no muy abundante público se refrescó bastante con el aire que sopló bien en Las Veletas, hasta el punto de derribar un par de artísticos y altos paneles del decorado, que no cayeron sobre los actores milagrosamente, quedándose como estatuas; también nos ‘refrescamos’ con la divertida función, tan musical como coreográfica, que resultó bastante entretenida y simpática.

Esta comedia de figurón del calderoniano Moreto no se ambientó en el áureo Barroco, sino en un Club o Music-hall de los locos y felices años 20. Los actuantes fueron saliendo paulatinamente, al compás de una movida batería y alegre piano, que por cierto estuvo sonando demasiado en la función. Se mezclaban los actores también entre el público, al que hacían cómplice invitando a bailar. La invitada especial de dicho Club, que prodigó varias exhibiciones de gran talento como danzarina, fue la famosa Tórtola de Valencia, que encandiló a varios escritores de la época. Y enlazando escenas, se lucieron con simpáticas coreografías.

A parte de esta atractiva envoltura, el contenido argumental de esta intrigante comedia amorosa pivotaba sobre la repulsa de una joven pareja, llamada D Juan y Dª Inés, la cual se opuso al plan paterno de casarla con el petulante y rico Don Diego, el presuntuoso don Lindo, que nada más salir se presentó como un gracioso narcisista presumiendo de ser un irresistible conquistador: risas tras risas. También muy graciosa y bien interpretada Mosquita, como el típico y celestinesco Gracioso, que ironiza con el susodicho Lindo animándole a que se case con una supuesta condesa, un mejor partido, que no es otra que su amigo Codorniz, grotescamente disfrazada de condesa, a lo que acepta; despejando así el campo nupcial a la joven pareja, la cual al final se casa: fue una muy alegre y celebrada boda, con el consiguiente escarnio al Lindo don Diego.

La caracterización de los personajes muy lograda por el elegante diseño de vestuario de los locos años 20, con maquillaje expresionista y a veces máscaras; demasiado grotesco en el caso del Lindo, para caricaturizarlo, así como la supuesta condesa rica, muy enloquecida en su actuación, a tono con el ridículo pretendiente.

La escenografía vistosa: cuatro veladores, con dos ricos paneles, no muy consistentes y un muy sonoro piano; lo adornaron más, en la casa de la condesa; a veces escenario desnudo para las varias danzas, al ritmo de tangos, blues o jazz muy alegres y bien ejecutados. Este despliegue musical y de danza amenizó bastante la función, aunque la alargó hasta las dos horas. Pero el público se divirtió riéndose bastante con las pantomimas y el chispeante diálogo del popular Moreto, bien versionado y dirigido por la buena actriz Eva del Palacio. Entusiastas aplausos corroboraron la alegre velada.