Miles de abejas en su ventana, y lo único que puede hacer es mirarlas "o echarles gasoil, como me han dicho los bomberos, pero se han alborotado, algunas han entrado en casa, y he tenido que sellarlo todo. Mi familia está muy nerviosa y los vecinos asustados". José María Parra, un funcionario de justicia de 40 años, ya no sabe qué más hacer para poder solventar el problema que le ha venido volando del cielo. Desde el sábado se ha instalado un enjambre en una ventana de su casa, y ni la policía local, ni el servicio 112, ni el apicultor ni los bomberos le ofrecen una ayuda efectiva.

José María vive en un segundo piso del número 4 de la avenida de Cervantes. Todo comenzó hacia las dos de la tarde del sábado, cuando vio un grupo de abejas junto a su salón . "De repente vino volando una nube de ellas y aquello creció espectacularmente. Estaban a dos metros de la ventana, ahora están a unos centímetros", relataba anoche sorprendido. El mismo sábado realizó varias llamadas a la policía local, que al final le derivó al 112. "Me dijeron que enviarían a un apicultor, pero pasaron las horas y nada. Volví a telefonear a la policía y me contestaron que no suponía peligro para la calle... ¿Y mi familia, qué?".

Finalmente se personaron en su casa dos policías, un bombero y un apicultor. Este advirtió que no podía recoger el enjambre desde una escalera porque en la operación precisaba ambas manos. Y ahí llegó el problema: "La calle a la que da esa ventana debería ser peatonal --explica Parra--, pero fue cerrada hace años por dos construcciones ilegales a ambos lados y ahora los bomberos tampoco pueden acceder para elevar al apicultor con su escala".

Puesto que las abejas ya entraron en la cámara de aire del edificio hace años, y fue sellada, el apicultor le consoló asegurando que el enjambre se marcharía pronto al no conseguir entrar de nuevo. Por su parte, la policía le sugirió que denunciara hoy las dos construcciones ilegales, y los bomberos que rociara a las abejas con gasoil para matarlas. Pero durante todo el día de ayer continuaron acomodadas en la ventana, incluso alguna entró en el piso, y ni policía ni bomberos dieron más soluciones. "Vamos, que me veo solo con este problema. Es increible", señaló.

Al final, al anochecer, José María decidió aplicar el gasoil. No tuvo suerte. "Las he rociado y algunas han muerto, pero el resto se han expandido y ahora ocupan una mancha de metro y medio por dos metros", relató sorprendido. José María tenía previsto pasar la noche aguardando a que las inquilinas decidieran remontar el vuelo, "porque yo no sé que más hacer".