Hace ocho días comenzábamos un nuevo año y todos nos deseábamos la mejor de las felicidades para el 2018 y que, ante todo, nos trajese prosperidad y paz.

Hace ocho días se celebró la Jornada Mundial de la Paz. Todos deseamos la paz. El Papa siempre escribe un mensaje con motivo de esta jornada. Este año, Francisco lo ha centrado en los «migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz». En él nos ha recordado que la paz «es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia», y que, para encontrarla, «muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino».

«Acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numerosos problemas ya existentes, así como a unos recursos que siempre son limitados».

«En muchos países de destino se ha difundido ampliamente una retórica que enfatiza los riesgos para la seguridad nacional o el coste de la acogida de los que llegan, despreciando así la dignidad humana que se les ha de reconocer a todos, en cuanto que son hijos e hijas de Dios. Los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia».

«Acoger, proteger, promover e integrar» son las cuatro piedras angulares sobre las que el Papa invita a construir nuestro mundo de paz. Soy feliz de ser hijo de la migración: piel goda, pelo y nariz mora, lengua romance. ¿Y tú?.