A los 7 años ya tenía un baúl repleto de carteles, promociones y recortables de los mejores actores de los años treinta. A los 75 sus fondos ocupaban todo un piso en La Madrila destinado exclusivamente a archivo. La familia del crítico y asesor cinematográfico Fernando Turégano, fallecido en julio, abrió ayer las puertas de este inmueble a EL PERIODICO EXTREMADURA para mostrar las cientos y cientos de películas, documentales, enciclopedias, revistas, libros, carteles, catálogos y grabaciones de todo tipo que atesoró en vida, fruto de su afición y sus viajes por el mundo, y que ha legado a sus cinco sobrinos, quienes, a su vez, han querido donarlos a toda la ciudad. Hoy mismo, una empresa transportará parte del material a la sede de la Filmoteca de Extremadura. El resto será cedido a la Biblioteca Municipal.

Fernando Turégano lo llamaba el piso alternativo . Allí disfrutaba de veladas entrañables con sus amigos cinéfilos, de largas charlas hasta la madrugada, de unas vistas excepcionales sobre el oeste cacereño. Pasearse por sus salas siempre ha sido una auténtica delicia. "Ahora lo tenemos todo apilado, listo para el traslado, porque además el piso ya está vendido. Pero era tan acogedor...", recordaba ayer María, una de sus sobrinas, que ha dedicado semanas a clasificar todo el material para sus nuevos destinos.

Clásico, infantil, erótico...

Un vistazo a las largas hileras de películas, libros y discos en todos los formatos permite comprender al instante la capacidad y la mentalidad tan abierta de Turégano, crítico de cine, asesor de la filmoteca, amante de las artes escénicas y siempre impulsor de la cultura en Cáceres --por ejemplo fundó el Cine Club en los años setenta--. En sus estanterías se mezclan clásicos como El hombre tranquilo (John Ford, 1952) o Más dura será la caída (Mark Robson, 1956) con filmes oscarizados de los últimos tiempos: El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) o Bailando con Lobos (Kevin Costner, 1990).

Títulos tradicionales del cine familiar, del tipo de La túnica sagrada o Jesucristo superstar , comparten espacio con comedias descaradas como El Día de la Bestia . La sensualidad de la trilogía de Kieslowski (Azul , Blanco y Rojo ) se alinea junto al humor de Monty Python o la acción de Silvester Stallone. Los dramáticos argumentos del Shakespeare barroco aparecen al lado de crudas historias de la realidad actual como Trainspotting . Largometrajes de corte erótico se colocan junto a títulos infantiles de éxito.

Pero hay más: curiosos desplegables de los estrenos de Casablanca o Desayuno con diamantes que Turégano atesoró largos años, filmografías completas de Marilyn o Sophia Loren, revistas de los certámenes de cine a los que acudía (San Sebastián, la Seminci, Málaga...), carteles, cortos, documentales... "Era su vida. Desde niño iba al Norba y al Gran Teatro, compraba las colecciones que salían... No tenía un género o un actor favorito, le gustaba el cine en general, veía todo para poder hablar y opinar de todo, aunque se destacaba como defensor a ultranza del cine español", explicó ayer su hermana Loli Turégano.

"Valoraba dos cosas en especial: la amistad y la cultura, una cultura que le gustaba disfrutar a través de distintos cauces", matizó Paco Rebollo, director de la filmoteca y amigo personal de Turégano, que ayer también recorrió por última vez el alternativo . Otro de esos cauces era la lectura, especialmente la relacionada con el cine: tenía un sin fin de libros, desde diccionarios de todo tipo (cine negro, actores, filmes...), hasta biografías, enciclopedias y publicaciones varias.

También la música ocupaba los estantes del inmueble, y como en el cine, sus gustos abarcaban un amplio abanico: por supuesto numerosas bandas sonoras, pero también el mejor flamenco, los fados, colecciones de blues, un amplio fondo de música clásica, óperas y zarzuelas, intérpretes cubanos y artistas de todo tipo, desde Sinatra hasta El Barrio, desde Robbie Williams hasta Ana Belén, desde Roy Orbison a Celia Cruz, desde Milanés a Presuntos Implicados...

Licenciado en derecho e inspector de Trabajo, Fernando Turégano estuvo al frente de distintos organismos de la Seguridad Social y se volcó especialmente en sus aficiones tras su jubilación. De hecho, falleció durante un viaje para asistir a una ópera en Budapest. "Con él aprendimos muchísimo, era muy culto. Ahora, meses después de su muerte, cuando veo una película interesante o me asalta alguna duda, pienso sin querer: ´ Voy a llamar al tío Fernando´", confiesa su sobrina María. Pero su nombre permanecerá en la ciudad: un parque y la sala de proyecciones de la filmoteca ya llevan el nombre de Fernando Turégano. La donación altruista de su archivo contribuirá a enriquecer aun más su memoria, una memoria de cine.