De un año tan irregular como este en el aspecto meteorólogo se podía esperar cualquier cosa y la lluvia ha hecho presencia en el Womad. Ello no ha impedido que Cáceres haya contemplado un año más una explosión de colores con la novedad de los paraguas y los chubasqueros de todos los colorines. Las calles han sido el reguero de gentes de todas las edades habitual a cualquier hora del día y de la noche. Los sonidos han alegrado los cuerpos invitándolos a la danza mas o menos disimulada.

Nuestro afán consumista se ha llenado de las ofertas mas variadas. Hemos convivido con gentes de diversas culturas, vestimentas y colores. Y hemos dado al mundo otra exclusiva que ya no es novedad: a la hora en al que escribo estas líneas no hay noticias de ningún incidente de relevancia a no ser que la basura ha aumentado, aunque a mi me parece que la suciedad ha disminuido. A eso se le llama ejemplo de convivencia. Porque, con la excepción de unos pocos trogloditas, el personal ha sido comprensivo y tolerante.

Los cacereños han demostrado una vez más que Cáceres es una ciudad que te acoge y te permite vivir sin que debas perder tu identidad. Al principio te mirarán con expectación y asombro pero acabarán engulléndote en este crisol que ha surgido de la mezcla de razas, religiones y costumbres a lo largo de la historia y al final tendrás algo de catovi. Incluso el Womad lo tiene.