Hace unos días Lorena Jorna pronunció el tradicional pregón anunciando la bajada a la ciudad de Cáceres de la imagen de la Virgen de la Montaña y los diversos actos que tendrán lugar en días sucesivos. Pronto un aluvión de devotos irán a la Concatedral para rezar ante ella, lo cual es, sin duda, una costumbre muy arraigada e importante indicador de piedad popular, cuando el ambiente cultural más bien empuja a lo que algunos llaman «el silencio de Dios» y la privatización de la fe.

Pocas veces se habla de María como mujer, esposa y madre creyente como lo hizo la pregonera el miércoles pasado y, sin embargo, yo pienso que es su principal virtud a imitar. Su vida puede resumirse así: confió en la Palabra de Dios y la siguió con fidelidad. Su fe no fue una simple creencia en unas verdades transmitidas por tradición, como a veces se piensa, sino una respuesta personal, libre y generosa a la llamada de Dios que dio sentido a toda su vida. Por eso es para los cristianos un gran ejemplo de fe profunda que deriva en testimonio, de fe personal y libre que compromete y la pone al servicio del proyecto de su Hijo: la instauración del Reino de Dios. El Reino de la paz y la justicia, de la libertad y de la fraternidad universal. Así entendida la fe, además de establecer una vinculación entre el creyente y Dios tiene una dimensión social que nadie debería empequeñecer.

La mayor expresión de la fidelidad de María se escenifica al pie de la cruz, junto al discípulo predilecto. Los dos son símbolos de entereza humana y de lealtad a toda prueba. Constantes en la entrega y en el amor, a pesar de las contrariedades y cuando todos casi todos habían huido. Y es que la verdadera fe se pone a prueba en los tiempos de adversidad. La fidelidad a alguien o a una causa no consiste en estar a su lado o defenderla cuando el camino es de rosas. Eso no es fidelidad, sino oportunismo. La fe de los auténticos cristianos hoy, como la de María, es la que permanece inalterable en los trances difíciles, cuando nada les favorece, cuando vivir según el Evangelio es ir contracorriente… y eso todos los días del año y en todos los ámbitos de la vida.