Periodista

Lo que parecía sólo una baza electoral, como en su día fue la creación de un aeropuerto comercial o la construcción de un kilométrico túnel bajo la Montaña, la pretensión cacereña de luchar por la capitalidad europea de la cultura parece que, contra todo pronóstico, cobra fuerza cada día.

Al alcalde ya le faltan dedos a la hora de contabilizar los apoyos que le llegan, así como los manifiestos de adhesión a las aspiraciones de convertir Cáceres en Ciudad Europea de la Cultura, que es como realmente se denomina este título.

El debate sobre la capitalidad del 2016 ha desplazado a asuntos más terrenales y cualquier iniciativa, proyecto o reivindicación debe ir acompañado con el sello de ´Cáceres, capital europea de la cultura´. Si se arreglan los jardines, pues se hace con la mirada puesta en el 2016; y lo mismo pasa con la peatonalización, la remodelación del tráfico, la organización de festejos, la limpieza de calles... Todo se hace pensando en Europa, incluso la oposición al Gobierno local, en cuyas propuestas no falta la coletilla de la capitalidad.

Pero esto no sucede sólo en el ámbito político, porque hay quienes ya piensan seriamente en el 2016 y empiezan a pensar en cambiar de coche, hacer obras en casa, meterse en una hipoteca, hacer un plan de pensiones, apuntarse a una ONG o ´encargar´ un niño.

La fiebre por Europa es una realidad que supera incluso las expectativas creadas en su día con la declaración de Cáceres como patrimonio de la humanidad. Y es que aquí hay una diferencia. Habrá que competir con otra ciudad y eso de competir a la gente le va.