Eloína entorna los ojos, tras unas gafas de cristales gruesos, para evocar el momento más feliz de su larga vida, «recuerdos tengo tantos», afirma. Busca en su archivo mental, increíblemente bien conservado a pesar de su edad, «con mi marido, cuando estaba con él y viajábamos», dice al fin. Esta leonesa de nacimiento, que vivió décadas en Venezuela y lleva veinte años en Cáceres, llegó ayer a la centuria. La alcaldesa de Cáceres, Elena Nevado, junto a la concejala de Asuntos Sociales, Marisa Caldera, fueron en representación del ayuntamiento a celebrar su 100 cumpleaños con un enorme ramo de flores rosas.

La homenajeada las esperaba en el salón de su casa. Sentada en el sofá, junto a un bizcocho que le había hecho una de las dos auxiliares de ayuda a domicilio que la cuida. Estaban también la coordinadora de este servicio, su único hijo, José Alberto Fernández, su otra cuidadora, Victoria Lindo, y los medios de comunicación, «si estuviera así todos los días, me volvía loca», aseguraba Eloína, que en su día a día, lleva una vida tranquila.

A pesar del jaleo de la múltiple visita, la cumpleañera estaba encantada, incluso se había pintado los labios para la ocasión, en un gesto presumido que no pasó desapercibido para la alcaldesa, «ella sola se arregla todos los días, se lava y se peina», corroboró Victoria Lindo. «A mí me ha dicho su secreto para estar tan bien, lavarse la cara todos los días con agua y jabón», reveló Nevado. Hasta hace pocos meses, esta centenaria cocinaba a diario y aún pasea con andador por el pasillo y habitaciones de su casa, aunque ya no sale a la calle. Según su hijo, los mareos que sufre Eloína le impiden salir en silla de ruedas. Ahora, se dedica a ver la televisión en su casa, rodeada de las fotos de su marido, fallecido hace 17 años, hijo, nietos y biznieta, una niña de dos años. Salvo José Alberto, todos los miembros de su familia viven lejos y no han podido estar hoy en su cumpleaños.

Aunque esta centenaria goza de una salud envidiable para muchas personas con treinta años menos, ella se queja de dolores, «me duele todo el cuerpo», le contaba a Elena Nevado. Arrastra una flebitis desde el embarazo de su segundo hijo, un niño que perdió, y aunque oye perfectamente, le falla la vista a media distancia y padece de cervicales, «yo estoy cansada de vivir», afirma Eloína.

Hoy, como ayer y mañana, esta mujer delgada, pequeña y aún consciente de todo lo que ocurre a su alrededor, volverá a levantarse, asearse y prepararse sola, se sentará en su sofá, rodeada de sus recuerdos y con la compañía de su único hijo, para ver la televisión y dejar pasar el tiempo que en su vida, ha conseguido acumular cien años.