Que maravilla ver esas imágenes por la televisión, donde entran y salen en la clínica Ruber sin descanso repartidores, mensajeros, botones, e incluso su padre cargando con una maceta para obsequiar a su hija, recién parida, con uno de los presentes universales, que el ser humano, desde que aparece en la faz de la tierra, entiende, es el regalo universal: las flores.

No voy a hacer demagogia de lo que supone regalar flores, ni de los supuestos beneficios que transmiten (que haberlos hailos, como las meigas), pero sí quiero cuestionar desde aquí, la decisión desde hace ya algunos años, por parte de los responsables del complejo hospitalario San Pedro de Alcántara, de no permitir la entrada de flores y plantas en la residencia.

Imagino que las garantías de que el parto de doña Letizia se produjera sin ninguna incidencia, (por lógica institucional) habrán sido superiores a las puestas a disposición de la mayoría de las parturientas del resto del país, y también imagino que la Ruber habrá puesto en marcha, en colaboración con los servicios y fuerzas de seguridad del Estado, un dispositivo especial, para impedir la entrada de personas y objetos sospechosamente peligrosos para la integridad de la recién ampliada familia real.

Pues bien, "no han considerado que las flores y plantas sean ningún peligro". Esta cuestión deducible, por el proceder, no solamente de la Ruber, sino por la inmensa mayoría de todos los complejos hospitalarios, públicos y privados del resto de España y del mundo, choca de bruces con la decisión arbitraria e injusta de los responsables del área de salud del hospital de Cáceres. Arbitraria porque según sus informes preventivos despojan al sector florista cacereño de una facultad, que tienen sus colegas del resto del país, mermando significativamente sus cifras de ventas (con todo sus daños colaterales, destrucción de puestos de trabajo, etcétera) e injusta, por lo que supone el agravio comparativo de saber que una nueva madre cacereña no tiene el privilegio (como lo tiene doña Letizia) de recibir flores, el día más feliz de su vida.

No vamos a cuestionar, nosotros, humildes floristas (doctores tiene la Iglesia, en esta caso la Seguridad Social) la veracidad de los argumentos que se esgrimen en ese supuesto informe, pero si que en un ejercicio de responsabilidad por su parte, deberían hacérselo llegar a todas los hospitales del mundo para poder alertar así, del eminente peligro que corren, permitiendo la entrada de flores y plantas en sus habitaciones. Yo que ustedes mandaría un telegrama urgente, en primer lugar a la Ruber.