En Cáceres uno de los más importantes empresarios de cine ha sido la Iglesia Católica. El cine de los frailes del San Antonio tuvo mucho éxito. El alargado y amplísimo salón se llenaba de espectadores cada domingo. Como es de suponer sólo ponían películas calificadas aptas para todos los públicos, y acudíamos toda la chiquillería dispuesta a sufrir con Drácula y el Hombre Lobo, a reírse con el Gordo y el Flaco y a galopar por el Oeste. El obispado no tardó en imitar a los frailes y en los bajos del palacio episcopal se instaló una sala con bancos de las iglesias o sillas y con parecidas películas que por su bajo precio agotaban las localidades. Un poco después se unió al negocio la parroquia de San Mateo, y en la esquina de la calle Ancha se acomodó un pequeño espacio para cine. Comenzaba a horas más tardías, las siete de la tarde, y tuvo un éxito relativo.

Ya se sabe que lo mejor es prescindir de los intermediarios y eso fue lo que decidió el mismísimo obispo. Erigió el edificio Coliseum y en sus bajos instaló un cine, el más grande de la ciudad. Por él circulaba don Félix, popularmente conocido como fray Taquilla. Tenía siempre un cigarrillo en la boca y le brillaban los ojos tras unas gafas redondas al uso de la época. Era como un polvorilla tanto en sus correrías desde su domicilio en la calle de Roco hasta Santa María, donde era coadjutor con don Elías, como en las que llevaba a cabo hasta el cine. Debía controlarlo todo, de la misma forma que Paco nos controlaba al entrar, durante el descanso para que no comiéramos pipas y en medio de las proyecciones para evitar cualquier conducta desordenada.