La nueva rotonda del puente de San Francisco ha quedado funcional, es muy práctica y rompe con el desbarajuste, pero esta zona tan tradicional de la ciudad feliz ha perdido mucho sabor. Antes era todo más bonito, ahora es más útil.

La vaguada de San Francisco, Colón y Camino Llano es el barrio más castizo y emblemático de Cáceres. Este fue el primer ensanche popular de la ciudad feliz y a pesar del paso de los siglos, no se ha perdido ese carácter entrañable.

San Francisco fue el paseo por donde se solazaban menestrales y señoritos. Por aquí han estado siempre las huertas, las fuentes, los pilones para los asnos de labor, las aguadoras, las lavanderas, la feria de los cacharritos y, un poco más arriba, la del ganado. También se celebró por allí, en Camino Llano, el primer mercadillo franco de los miércoles.

La belleza empinada

Ahora, esta rotonda acaba con el tradicional puente que caracterizaba la zona, pero también termina con el desbarajuste de tráfico y el tremendo caos del aparcamiento. Paseando por las amplias aceras de la nueva glorieta, se repara en la belleza empinada de la calle Damas, que antes no se veía por culpa de los coches aparcados de aquella manera.

Las desaparición de automóviles estacionados en cualquier lugar ha convertido el viejo pilón en una joya rodeada de césped. El museo Pedrilla, adonde antes se accedía sorteando vehículos, tiene ahora una doble entrada, por escaleras o por rampa, más cómoda y más noble.

Y, sobre todo, se ha acabado el galimátías de tráfico, por mucho que las velocidades que ya cogen los coches por la zona no sea un buen augurio.

A cambio, se ha perdido el encanto de la plaza en sombra y el lirismo que siempre adorna los viejos puentes. De todas maneras, esta vaguada de San Francisco, Colón y Camino Llano sigue siendo un barrio especial, sólo que ahora con rotonda moderna. A pesar de su casticismo, los jóvenes lo han adoptado como su lugar favorito de encuentro.

En la parte alta de la plaza de Conquistadores, los universitarios han convertido las terrazas de los bares y el minúsculo parquecillo en su sala de estar. En la parte baja, la adolescencia incandescente bulle, se cita, tontea, se contonea y observa a la espera, siempre a la espera.

Más allá, en las lomas verdes del parque del Rodeo, los jóvenes cacereños han descubierto el Hyde Park de la ciudad feliz . En estas noches caniculares, pandillas de muchachos y muchachas se tienden en el césped y hacen realidad el sueño de tantas generaciones: poder pisar la hierba. Porque en la ciudad feliz siempre creímos que la hierba no se pisaba jamás hasta que viajamos a Londres o a Santiago de Compostela y descubrimos a las gentes posándose despreocupadas en la pradera.

En verano, el barrio bulle. En realidad, en esta aburrida Cáceres que empieza a asfixiar a los jóvenes y los invita a buscar aire y estímulos lejos de su ciudad, sólo esta vaguada castiza de riberas, caleros y redobles ofrece algo de diversión entre junio y septiembre.

Por aquí se celebran los conciertos del museo cada viernes. En los campos de deporte de San Francisco, juegan los niños sus torneos de futbito y hasta el cine de verano ha resucitado en Camino Llano gracias a la proyección de cortometrajes en la calle que organiza la librería Todolibros.

Para que nada falte. en Fuente Fría se reúnen cada mañana compadres y comadres en busca del agua más rica y saludable. Antes del mediodía, al frescor de la ribera, acuden cargados de garrafas y hacen cola porque a alguno he visto llegar con 33 garrafones y se impone la espera. Los alrededores de la fuente, cuando anochece, son un escondite íntimo y virgiliano donde se besa muy bien.

Y así transcurre por aquí la vida, que ahora será más cómoda y más funcional con esta rotonda que, sin herirlo en las entrañas, ha arrebatado una pizca de tipismo al barrio más castizo de la ciudad feliz .