Antes de abandonar San Juan, vemos la torre que hace esquina con la calle Felipe Uribarri, único resto de lo que, en su día, fue el Convento de San Pedro, que estaba acogido a la Orden Tercera de San Francisco. No se sabe el año exacto de su fundación, pero sí conocemos que ya estaba levantado en 1592, así como los nombres de sus fundadoras, Francisca de Ulloa y Marina de los Nidos. Su ruina, como la de tantos otros edificios religiosos, vino con la desamortización y cambió de manos y de usos. Hasta hace pocos años se conservaba el claustro, que --según parece-- se ha trasladado a otro lugar.

En la plazuela trasera de San Juan, hoy denominada del Doctor Durán y que se llamó del Sol, puesto que ésta era la denominación que recibía la portada de la Epístola, se levantan dos hermosas construcciones. La primera son las Casas de los Ovando Espadero, que fueron construidas en el siglo XV por la segunda familia. Ya en el siglo XVIII pasaron a la línea de los Ovando Galarza, por la boda de Francisca Espadero con Rodrigo de Ovando, en cuya sucesión quedó fijada la propiedad, hasta que fue vendida en el XIX y pasó más tarde a los Merino, de la rama de los Condes de Sorróndegui.

El palacio se haya muy intervenido en el siglo XVIII, cuando no se libró de la moda neoclásica que reinterpretó, en gran medida, muchas de las fachadas cacereñas. Es muy hermosa su portada, clasicista, con un hermoso friso en el que se insertan triglifos de fina labra, y armerías de Espadero, Saavedra, Ovando y Torres, dentro de una fachada equilibrada con vanos adintelados. En el interior existe un gracioso patio y se he rehabilitado recientemente para convertirla en apartamentos.

En la misma plaza se sitúa otro edificio, también muy intervenido, el Palacio de los Marqueses de Monroy, que fueron, originariamente, las Casas de los Saavedra del Navarro, así llamados para distinguirlos de los Saavedra del Postigo, cuyo palacio, frente al Arco de Santa Ana, hoy integrado en los Golfines de Arriba, ya vimos. Con el paso de las centurias, esta rama se extinguió en la otra, con lo que se refundieron las dos líneas de la familia. Junto a él estuvo el cementerio de San Juan, que se extendía hacia la actual Rosso de Luna.

Estas casas fueron construidas en el siglo XV, pero fueron sometidas a una serie de reformas posteriores, en las que se conservaron elementos precedentes, como la ventana geminada o el delicioso escudo de los Saavedra, en alabastro, cuyos elementos externos están labrados en cantería, tales como las lanzas o los calderos, y, bajo él, en pequeña cartela, se nos indica la fecha de aquella reforma: 1749. La portada es amplia y adintelada, y los vanos que se distribuyen a lo largo y ancho de la fachada poseen una cierta anarquía en su disposición, lo que rompe la horizontalidad marcante del plano y le dota de una cierta movilidad.

Un interesante patio

El interior alberga un interesantísimo patio, obra de Pedro Gómez, quien lo realizó por encargo de Gabriel de Saavedra, para quien trabajó en varias ocasiones. Lo más destacable del mismo, que se organiza en dos alturas, son los atrevidos arcos que reposan en columnas octogonales carentes de capitel. Asimismo son de su autoría la portada interior y la escalera principal, cuyo contrato se firmó en 1540, cuyo precio ascendió a dieciocho mil maravedíes, pero eso sí quedaba claro que vos el dicho Gabriel de Saavedra me aveys de dar la cal y el arena y piedra de mampuesto que fuere menester .

Pedro Gómez, cantero portugués asentado en Cáceres, ha dejado un profunda huella en esta ciudad. Dio sus primeros pasos en esta casa, más tarde en la Casa del Sol, y en Santa María, donde realizó el banco sobre el que se asienta el altar mayor. Pasó a trabajar al lado de Gil de Hontañón en Santiago, y más tarde le vinieron encargos como las ermitas de Santa Ana y del Humilladero o el coro de Santiago. En los últimos años de su vida, sufrió una notable evolución, que lo destacó del resto de los de su gremio, cuyos resultados son obras de relevante categoría, como las portadas interiores del Palacio de Abrantes.

Pasó por herencia la Casa de los Saavedra del Navarro a la de los Marqueses de Monroy y, al fallecer Juan María de Varela y Abraldes, XII Marqués en 1891, sin descendencia, dejó gran parte de su fortuna a los pobres, pero sus albaceas se apropiaron de considerables sumas, lo que produjo el descontento popular. Fue vendida la casa y usada para distintos fines, Delegación de Hacienda, sede del Círculo Mercantil y finalmente de la Cámara de Comercio, que hoy posee el edificio, rehabilitado por Silos.

Domingo de Ramos, las calles se llenan de palmas, de olivos, de marchas procesionales y aromas a incienso. La primera luna llena de la primavera marca la hora del renacimiento, la luz vence a la tiniebla, un año más: dos manos --párvulas, trémulas-- se rozan, todo se renueva y todo sigue como fue y será, como es y desea seguirlo siendo.