El 12 de diciembre del 2002 estará siempre en la memoria de Germán Alvarez Tornero. Aquel día cometió un crimen. De dos puñaladas acabó con la vida de su convecino Germán, delito por el que pasó un año en el Centro Penitenciario de Cáceres y por el que el 9 de diciembre del 2003 fue juzgado por un Jurado Popular en la capital. Le declararon culpable de un delito de homicidio, pero se estimó que fue en legítima defensa y se le absolvió. La acusación recurrió ante el TSJEx, que resolvió ordenando celebrar un nuevo juicio, con un nuevo jurado. Será mañana lunes en Cáceres. Tras casi un año en libertad, Germán Alvarez volverá a enfrentarse a la justicia.

--¿Cómo se siente al tener que ser juzgado de nuevo?

--Realmente mal, pues la otra vez lo pasé muy mal y me imagino que ahora será peor, porque tendré que volver a recordarlo todo de nuevo.

--¿Le preocupa tener que volver a recordar, o que en esta ocasión le puedan condenar?

--Si me condenan lo sentiría por mi familia, no por mí. Siempre he mantenido que si pudiera cambiaría mi vida por la del hombre al que se la quité, lo haría, pues para estar como estoy preferiría estar muerto. Lo digo de corazón.

--¿Qué recuerda de lo que ocurrió el día del crimen?

--Recuerdo que sangraba, luego me dijeron que por las heridas que él me causó tirándome piedras, y que corría cuando oí a mi hija gritar y miré. La vi en el suelo, él estaba al lado y yo pensé que la iba a matar, fue entonces cuando volví y, no sé cómo, saqué la navaja que tenía en el bolsillo y se la clavé. La Guardia Civil me dijo que dos veces, y así sería, pero yo sólo recuerdo una.

--¿Es usted violento?

--Nunca lo he sido.

--¿Y cómo se explica entonces que haya matado a un hombre?

--Eso mismo me pregunto yo. Pensé que iban a matar a mi hija y eso me cegó, es la única explicación que encuentro.

--¿Le sorprendió que le absolvieran y le dejaran en libertad?

--La verdad es que me costó creerlo, porque yo había cometido un crimen y, aunque fue sin querer, siempre pensé que de alguna forma me tendrían que castigar, porque no era posible que habiendo cometido un crimen no tuviera que pagar.

--Obtuvo la libertad, pero ¿puede una persona que ha cometido un crimen sentirse libre?

--No. Yo al menos no me siento libre, ni creo que ya lo sea nunca. Salí de la cárcel, pero he seguido en ella, porque estoy encarcelado en mi propia casa.

--¿Y se ha puesto en el lugar de la familia de su víctima?

--Claro. Sé que es muy duro lo que están pasando, pero me gustaría poder hablar con ellos para que sepan lo que yo y toda mi familia también estamos pasando, y para pedirles que me perdonen. Sé que hice mal, pero deben creerme cuando digo que lo hice sin querer y que si pudiera daría mi vida por la de él.

--Pero usted vive y él no...

--Lo que yo hago no es vivir. No hay ningún consuelo para un hombre que ha matado a otro.

--Si pudiera dar marcha atrás en el tiempo, ¿actuaría igual?

--Jamás. Si pudiera volver a aquel día le aseguro que no haría nada, me dejaría matar.

--¿Había tenido antes algún problema con la justicia?

--Nunca, jamás.

--Y tras su experiencia, ¿qué opinión le merece?

--No lo sé, porque no la entiendo. No sé si es o no justa. No sé si fue justo que me absolvieran habiendo cometido un crimen. Ahora no sé si es justo que me vuelvan a juzgar. Y si tras este segundo juicio me condenan, tampoco sé si sería justo. Yo sólo quiero poder olvidar.