Claveles rojos y amarillos y margaritas blancas recuerdan en un banco del paseo de Cánovas a Gloria María Macarro, una joven emeritense de 36 años que residía en Aldea Moret y a la que todos recuerdan por su afición al punto de cruz. Ayer los vecinos de la barriada le dieron su último adiós en la parroquia de San Eugenio al cumplirse una semana de su fallecimiento, presuntamente por causas naturales, según el informe preliminar del forense. La mujer fue encontrada muerta el 25 de febrero en el piso de un allegado en la calle Albacete y recibió sepultura en Mérida.

Conocida en el hogar de mayores de la plaza Mayor y el comedor de las Hijas de la Caridad, siempre le acompañó la soledad. Con su gorra y pantalón de chándal, esta artesana hizo de Cánovas su taller. Allí, con sus manos, realizaba los encargos que recibía. Su especialidad, los escudos de equipos de fútbol. Los que la conocieron cuentan de ella que siempre fue generosa con los demás. Tenía una pensión de orfandad y logró una vivienda social en Aldea Moret. Nunca cerró las puertas a los que también necesitaron de cariño. Se sobrepuso a una infancia difícil y logró salir adelante.

Nadie olvidará a Gloria. Sus amigos, que renuevan las flores cada día, tampoco. "Un ángel ha subido al cielo", reza junto a ellas a modo de epitafio. Desde allí siente todo el cariño que buscó en la vida.