Del complejo San Francisco a La Cañada se tarda en coche poco más de cinco minutos. En el trayecto ni Marino Gómez ni su mujer, Angeles Palacios, perdieron la sonrisa. Acababan de recibir las llaves de su piso, el primero que tienen en propiedad desde hace años y que está en la calle Mina la Jayona. Marino tiene 47 años y Angeles 44. El ha trabajado de camarero y ahora está de auxiliar de vigilante. Viven con su hija Joana, de 12 años, y hasta ahora residían en alquiler en la calle Linares, cerca de la iglesia de Fátima, en un piso por el que pagaban 210 euros al mes.

"Que cocina tan grande". Fue lo primero que dijo Angeles al entrar en el piso, mientras que su hija iba de habitación en habitación y Marino recordaba que hasta ayer al mediodía era "el único de los hermanos al que aún le faltaba tener vivienda propia". Su nueva casa tiene tres dormitorios, en la que estaban tenían dos, y para ellos es perfecta para cuando su hijo mayor, que ahora reside en Madrid, venga a visitarles a Cáceres.

"No me he hecho a la idea", afirmaba Marino mientras bajaba la escalera del bloque en dirección al garaje con la carpeta de la documentación del piso en la mano. Aún no se había fijado en cuánto pagará de alquiler al mes ni lo que deberá abonar por la vivienda cuando en el 2012 pueda optar a quedarse con el piso en propiedad. "Pagaremos 131,40 euros al mes y la vivienda nos sale por unos 45.000", explicó uno de los nuevos residentes que también bajaba al garaje de un edificio que ayer por la mañana recibía a sus primeros inquilinos tras llevar dos años y medio edificado y sin ocupar.

Mientras, arriba en el piso, Angeles ya tenía decidido lo primero que iba a hacer: volver con un metro porque "quiero montar la cocina a mi gusto". "Es maravillo, precioso, me encanta, hasta la que será nuestra habitación tiene un cuarto de baño", Angeles no se cansaba de repetir "lo ilusionada y satisfecha" que estaba.

Los pisos entregados ayer en La Cañada y La Mejostilla son viviendas sociales, aunque con una diferencia sustancial respecto a otros pisos similares, ya que se da al inquilino la posibilidad de comprarse la vivienda tras cinco años de alquiler. Marino lo tenía claro: "cuando pasen los cinco años, la compraré".