Cáceres cuenta hoy con unos de los festivales referentes de la escena clásica, pero esta ciudad lleva centurias amando el teatro. Existen documentos detallados que atestiguan su presencia prácticamente desde el siglo XVI. «Sabemos que la compañía de Juan Carrión representó un auto sacramental el día del Corpus Christi, en 1570 en Cáceres, por el que recibió 32 ducados», explican Fernando Jiménez Berrocal y David Narganes, autores del libro ‘El teatro en Cáceres. Archivos y documentación (1586-1926)’, un extraordinario compendio con años de trabajo.

Eran los tiempos de las compañías de los cómicos de la legua, siempre de pueblo en pueblo. Ofrecían piezas sagradas que cumplían una didáctica religiosa. Actuaban en la calle, concretamente en Cáceres lo hacían en la plaza de Santa María, junto al antiguo convento del mismo nombre. Los contenidos de las obras se fueron modernizando con autores como Lope de Rueda, Lope de Vega o Juan de la Encina. «A partir de 1614 ya tenemos noticias de un corral de comedias en el nº 8 de la calle Tiendas, que se trasladará más tarde fuera de la muralla, al patio del Hospital de la Piedad, actual Audiencia», recuerda Fernando Jiménez Berrocal, también responsable del Archivo Histórico y Cronista Oficial.

¿Teatro en un hospital...? No era extraño. A estas instituciones benéficas les interesaban las representaciones «porque una parte de lo que pagaba el público iba a parar al propio hospital para su mantenimiento, en el caso de la Piedad, una quinta parte», relata David Narganes. Otras veces el ayuntamiento requería una parte de las entradas para arreglar las calles y otras mejoras. Por tanto, el teatro tenía doble función: cultural (su transmisión de conocimientos era fundamental en una sociedad analfabeta), y de subvención de obras públicas.

Ya en el siglo XIX se crearon los teatros estables. Cáceres tuvo tres experiencias importantes en su tiempo. «El Teatro Principal se mantuvo activo nada menos que 121 años, desde su inauguración el 1 de junio de 1802 hasta 1923, cuando lo compró el obispo Segura Sáez», recuerdan los autores del libro. Por su escenario pasaron todas las compañías que llegaban a la ciudad en las fiestas, en las feria, «en aquel deambular nómada de los actores hasta que, desde 1881, el ferrocarril les facilitó la movilidad», matiza el cronista.

Entre peñas y canterías

El recinto había sido fundado por un catalán, Ventura Carles i Busquets, entre la calle Peñas y la plaza de las Canterías, por eso durante algún tiempo se le llamó teatro de los catalanes o teatro de la calle Peña. Adquirió el nombre de ‘Principal’ cuando en 1886 apareció un segundo teatro estable, el Variedades. En este caso lo fundó una mujer vasca llamada Juana Elguezabal, natural de Derio, que había heredado un capital importante de su tío, el notario cacereño Saturnino González Celaya. En lugar de volver a su tierra para vivir con desahogo, lo dedicó a crear un teatro en el patio de su casa de la calle Nidos, con acceso por Margallo. Y además le puso por nombre Variedades. Sin duda, emprendedora y adelantada a su tiempo.

Se convirtió en el Teatro más popular hasta que cerró en 1914, dos años después de la muerte de Juana. Había dejado el recinto en herencia para la creación de escuelas, y allí abriría la Obra Pía de Vicente Marrón, en la que se han formado miles de cacereños.

Paralelamente a estos edificios, durante el siglo XIX se desarrollaron otra serie de iniciativas: el círculo de la Concordia desde 1850 o el Círculo de Artesanos desde 1852 incluyeron representaciones. También existían los teatros de barracas, como el teatro Matos, en la calleja del Matadero, o el teatro itinerante que montaba en la Concepción el empresario Wenceslao Escandón. Destacó la Asociación Artística y Escénica, creada a través del Liceo Cacereño en 1891, que realizó una labor importante de difusión del teatro.

En 1926, cuando la ciudad se quedaba sin recintos, la Sociedad Teatro de Cáceres logró inaugurar un recinto digno: el Gran Teatro, actual referencia indiscutible de la escena y la cultura. Y ello pese a que surgió en la difícil dictadura de Primo de Rivera, y durante la Guerra Civil se convirtió en un alojamiento militar. De hecho, la historia de estas artes nunca fue fácil. La Junta de Teatros controlaba la escenografía, los textos, los actores, la moral, todo..., puesto que las gentes del gremio siempre tuvieron fama de excesivamente libres, y las obras debían representar los valores políticos y religiosos.

En suma, cinco siglos sobre las tablas. «El teatro en Cáceres siempre ha estado muy vivo. Confío en que siga siendo una referencia con la Escuela Superior de Arte Dramático y con el festival Clásico al frente», concluye David Narganes.