A los 14 años, y todavía con calzonas, Alvaro Madera Solana empezó como aprendiz en La Minerva, mítica imprenta cacereña y referente cultural de la ciudad. Hacía poco que sus padres, agricultores de Arroyo, se habían trasladado a Cáceres en busca de un futuro mejor, después de que una miseria brutal azotara los campos cacereños. Las necesidades eran también muchas en la capital y había que trabajar. Durante un tiempo, Alvaro Madera compaginó sus estudios de Maestría Industrial con su trabajo en La Minerva, hasta que más tarde decidió dedicarse en cuerpo y alma a una empresa en la que trabajó durante 33 años, pero que en el verano de 1999 cerró definitivamente sus puertas con 142 años de historia tras de sí.

La Minerva conservaba la imagen de aquellos viejos establecimientos de principios de siglo, con su fachada de madera, sus trabajados rótulos y sus vetustos muros. Y allí trabajó Alvaro, primero como chico de los recados, luego entre las cajas donde se componía a mano... A los 18 años le hicieron oficial de tercera y el tiempo pasó entre las secciones de encuadernación, papelería y librería. "Pero la cosa iba mal y empezó a decaer. No se adaptaron a los nuevos tiempos y al final tuvieron que cerrar. La jefa se jubilaba, nos pusieron en la calle por cierre y como ella se declaró insolvente sólo nos quedamos con el dinero del Fogasa".

Casado, y padre de dos hijos, Alvaro se encontró ante una situación dramática. "El 15 de julio del 99, a las doce, llegó la orden de cierre. Fue muy doloroso. Algunos compañeros todavía continúan en el paro".

Pero él tuvo más suerte. Un buen día, mientras paseaba por la avenida Virgen de la Montaña, vio que se alquilaba un local. Ese fue el comienzo de su nueva vida. Desde hace tres años tiene su propio negocio. Y aunque su libería no tenga fachada de madera, ni trabajados rótulos ni vetustos muros, Alvaro ha recuperado la ilusión después de haber tocado fondo.