Cuidan de 98 personas, ancianos con pensiones bajas, que no podrían costearse todos sus cuidados sólo con el dinero de sus jubilaciones. Dan empleo a 42 trabajadores en el edificio del que disponen en el número 19 de la avenida de España, en la capital cacereña. Llevan 135 años haciéndolo, los 33 últimos en el actual inmueble de Cánovas, y ahora son 11 hermanas, que ven que con la sola retribución de las pensiones mencionadas no tienen suficiente para pagarlo todo: facturas de luz, agua y calefacción, además de los sueldos de todo el personal, los productos de limpieza y todos los alimentos que sirven diariamente. Tampoco disponen de ayudas de ninguna administración. «Esta es una de las últimas cosas firmadas por la fundadora», aducen desde la congregación de las Hermanitas de los Pobres.

Ayer, y como ayer varios días de la semana pasada, eran Sor María y Sor Luz las que permanecían por la mañana a la puerta del supermercado Provecaex, en la avenida Juan Pablo II. El banco de alimentos les proporciona comida pero, dicen, no resulta suficiente para paliar todas las necesidades. «Los ancianos no pueden vivir solo de pasta y arroz. Merecen una vida más digna», argumentan. Por eso piden leche, huevos o productos de limpieza, entre otras muchas cosas. De hecho, han pedido permiso para realizar esta operación en distintos supermercados de la ciudad. Lo han obtenido de todos los Tambo, Día o Provecaex, entre otros.

Pero no es la única vía de financiación. «Salimos dos Hermanitas a pedir a casa de los bienhechores. Cada uno paga la cuota que puede y con la periodicidad que ellos crean conveniente» afirma Sor María. Y prosigue. «También vamos a algunas parroquias. Los sábados por la tarde, por ejemplo, y a la salida de la misa, solemos recoger donativos», explica. «Yo llevo como hermana 43 años ya y para mí no he pedido nunca. Ni un chupachups», afirma otra de las hermanas, ya algo pasadas las dos del mediodía, que ha hecho el relevo a sus compañeras que permanecían en la puerta del supermercado.

CRÍTICAS // La labor de las Hermanas de los Pobres también ha sido objeto de críticas por parte de distintas personas. «Nos dicen que si no somos pobres, que si los ancianos nos engañan...», afirma Sor María, quien recuerda algún episodio al respecto. «El otro día vino una señora aquí, a la puerta del supermercado, y me dijo que si no nos daba vergüenza pedir cuando ya había gente que nos da dinero». Ellas, prosigue, solicitan a todos los ancianos los papeles donde se especifique que sus pensiones son bajas, y solo puede entrar quien realmente lo acredite. Por ellos, finalizan, seguirán pidiendo mientras lo necesiten. «Hay muchas personas a las que ayudar», concluyen.