Se acerca la Semana Santa y conviene recordar aspectos de la que es la mayor festividad del calendario cacereño, al menos en cuanto a número de personas integrantes y días de duración. De todos es sabido que la Semana Santa de Cáceres, como las de otras ciudades, tiene sus raíces en la Edad Media, momentos de vida durísimos en que nacen la cofradías o hermandades aunque no como penitenciales sino como instituciones de caridad o misericordia. Se irán transformando en penitenciales a partir del siglo XVI, aunque muchas de ellas conserven sus nombres de origen, como por ejemplo la de La Misericordia, en Cáceres, que se funda en 1464. Serán dos las razones principales, la mejora de la vida en las ciudades, con la proliferación de hospitales, enfermerías, hospicios y medidas urbanas y profilácticas, y la influencia de las doctrinas emanadas por el Concilio de Trento.

También surgen las primeras directamente penitenciales, cuyo ejemplo en Cáceres será la Vera Cruz en 1521. Prenden con fuerza entre el pueblo, sobre todo español, y a partir de ahí, con altibajos se va extendiendo su número por toda España. Las creadas en los siglos siguientes serán ya exclusivamente penitenciales limitándose los cambios a fusiones.

En el largo camino muchas desaparecerán como las de Cristo Negro de 1491 o Espíritu Santo de 1493, víctimas de las guerras, desamortizaciones o períodos anticlericales. Otras sentirán la pérdida de sus templos matrices, como la Vera Cruz que hubo de pasar de San Francisco el Real a San Mateo. No obstante, salvo algún corto periodo de renacimiento como la Antigua del Espíritu Santo o el nacimiento de las Damas de la Virgen de los Dolores en el Siglo XIX, no surgirán nuevas cofradías penitenciales desde el XVII hasta el segundo tercio del siglo XX.

Durante este largo período de tiempo serán las Cofradías de Jesús Nazareno, Soledad y Vera Cruz las que trasmitirán a la ciudad la historia de la Semana Santa. Tras el convulso período para las Cofradías de la República y la Guerra Civil hay un ciclo de exaltación naciendo en Cáceres la Cofradía de los Ramos en 1946, la refundación del Espíritu Santo en 1950, la creación de la de Excombatientes de las Batallas en 1951 y los Estudiantes en 1958. En pocos años se duplica el número de cofradías, de pasos, de participantes, se cubren todos los días de la intensa Semana, se funda la Comisión Pro Semana Santa y se produce una reordenación general.

Desde finales de los sesenta se constata una crisis. Muchas personas se alejan de las cofradías, incluso la propia Iglesia imbuida de aires del Vaticano 11, y las hermandades han de hacer filigranas para poder sacar los pasos.

La llegada de la Democracia trae la desaparición de la cofradía castrense por excelencia, la de las Batallas, e incluso la propia Comisión Pro Semana Santa está unos años sin actividad. Afortunadamente, a comienzos de los 80 surge un movimiento regenerador.

En 1985 se dan los pasos para la refundación de Las Batallas y su fusión con las Damas de la Virgen de los Dolores y la del Cristo Negro, que languidecían en la penumbra de Santa María. A finales de la década nace el Amor con aires de renovación en muchos aspectos, impactando con el vestuario, y la del Señor del Amparo, con espíritu de humildad franciscana como la ermita que la acoge.

Los 90 traerán también novedades. En 1992 surge la cofradía de los andaluces , con aires nuevos.

En 1995 se pone en marcha el ambicioso proyecto de dotar a la ciudad del monumental paso de la Sagrada Cena, de la cofradía sacramental del mismo nombre. El escultor sevillano Antonio Dubé de Luque irá desarrollando un programa iconográfico a lo largo de 10 años hasta completarlo.

Además, las cofradías han incrementado y enriquecido en estos últimos años el patrimonio artístico de la ciudad con notables incorporaciones: las imágenes de la Virgen de la Caridad, anónima, decimonónica y antes de gloria, y el Señor de las Penas, del artista Pedro de la Cuadra, en la Cofradía del Amor; las imágenes del Cristo del Refugio, de José de Proenza, del siglo XVII, y la Virgen del Buen Fin de Berlanga de Avila, a partir de una mascarilla antigua de la Virgen de los Dolores, en la Cofradía de las Batallas; un cautivo del XVII, anónimo de escuela castellana, que se incorpora a la Cofradía de los Ramos; la imagen de la Virgen del Sagrario de Dubé de Luque para la Sagrada Cena; la imagen de Cristo Flagelado, de escuela sevillana del círculo de la Roldana del XVII, regalo del indiano Martín Carrasco a la Vera Cruz y que se incorpora a la Antigua del Espíritu Santo; el Cristo de la Expiración y la Salud, anónimo del XVI, de tamaño académico y que se venera en un cuadro retablo de Lucenqui en San Mateo, procesionado el Jueves Santo por la Vera Cruz; y por último la bella imagen de la Virgen de Gracia y Esperanza, del académico Slater, en la Cofradía de la Expiración.

Sumamos una ingente labor de restauración de imágenes ya existentes como las de Nazareno o Negro o la incorporación de bellísimas obras de orfebrería cual los pasos de la Esperanza, Misericordia o Caridad. Otras cofradías han trabajado o lo hacen ahora y de una forma denodada en la reparación de sus templos, como el Amparo o la Soledad.

Cuando dentro de unos días vean las procesiones en la calle recuerden la carga de historia, arte, esfuerzo y fe que las cofradías representan.