La fuerza del amor rompe barreras, incluso las de la cárcel. Un interno del Centro Penitenciario de Cáceres, condenado por malos tratos, se ha declarado en huelga de hambre para poder ver a su novia y víctima. Esta, a su vez, lucha por poder encontrarse con él, a pesar de que el juez ha dictado una orden de alejamiento que impide al recluso acercarse a ella.

La aventura de la pareja se remonta hace siete años cuando se conocieron. Ella, separada y con hijos, volvió luego con él a su pueblo natal para empezar una nueva vida. Pero la droga se interpuso en su camino hacia la felicidad hasta que, afirma la mujer, una denuncia inventada por ella para que ingresara en un centro de rehabilitación dio con los huesos de su compañero sentimental en la cárcel.

El calvario empezó en enero de este año y continúa vivo. Lejos de olvidarle para siempre, la mujer decidió darle una oportunidad y le perdonó. Pero, a pesar de refrendar por escrito sus buenos propósitos en febrero pasado, explica, la orden de alejamiento se mantuvo y las dificultades para poder verle han aumentado desde entonces, hasta el punto de cumplirse ya los dos meses sin poder verle.

La desesperación de las víctimas de esta relación de amor y odio ha estallado con el inicio de la huelga de hambre, confirmada a este diario el pasado miércoles por Instituciones Penitenciarias. Ella, mientras tanto, asegura "estar dispuesta a todo" para volver a verle. Un caso más en el oscuro agujero de la violencia doméstica que ha provocado una huelga de hambre entre el amor y el odio.