TEtn la plaza de San Jorge existe un jardincito dedicado a la memoria de doña Cristina de Ulloa. No conozco los méritos de esta señora para que deba permanecer en la memoria de los cacereños, pero el que yo no los conozca no quiere decir que no los tenga más allá de ser la esposa del primer alcalde que se tomó en serio la conservación y rehabilitación de la ciudad monumental, el señor Bustamante. Sin embargo muchos cacereños piensan que ese lugar, precisamente ese, debería rememorar a otra persona, don Abilio Rodríguez Rosillo.

Don Abilio fue catedrático de Ciencias Naturales en el " Isti" y director del mismo durante muchos años. Además de un sabio profesor, de cuyas enseñanzas no pude gozar pues como anualmente se turnaba con don Gonzalo Fructuoso Tristancho a mi me tocó sufrir a este riguroso y severo profesor, era un investigador de fama mundial. En 1924 fue becado por la Junta para la Ampliación de Estudios, un organismo inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza para coordinar y potenciar las investigaciones desarrolladas en España, y pasó dos años adscrito al laboratorio de Robert Chodat, en Ginebra, donde realizó experiencias sobre la nutrición vegetal, campo en el que fue una autoridad.

Una vez en Cáceres, este segoviano dedicó gran parte de su tiempo a proseguir con sus investigaciones y experiencias sobre el citado tema y sobre las leyes de Mendel en el huerto anejo al instituto. Algunos de esos trabajos los recogió en el libro "De varia lección". Un acta de la Real Sociedad Española de Historia Natural, a la que perteneció 76 años, se refiere a él como "miembro especial". Es cierto que ya tiene una calle, pero si el jardín actual existe se debe a él.